Cuando oigo hablar del Deporte Nacional, lo Tipical Spanish, o esa cabezadita de después de comer yo me quedo con la boca abierta.
Lo que pasa después de comer es que toca SIESTA, se diga como se diga.
Pero cuando empiezan a decir “no, yo no duermo siesta, me sienta fatal, me levanto de mal humor” o “yo doy una cabezada en el sofá” o “si duermo la siesta, por la noche no pego ojo” pues no sé qué quieren decir.
Para mí la siesta es casi una religión. Es algo serio, formal, y no sigo la pauta de Cela de pijama, padrenuestro y orinal, porque no utilizo ninguna de las tres cosas. Supongo que El sí y por eso se explicó con tanta claridad. Pero para el caso, es lo mismo.
Me meto en la cama, como acostumbro (no se cuentan intimidades que cada uno tiene las suyas), me estiro un ratito, luego cojo la posturita y salgo del mundo de los vivos. No es que me muera, que no es eso, porque entonces tendría que entender que resucito cada tarde. Pero que debo entrar en algo así como el coma, seguro, porque luego cuando despierto voy despacito, despacito, como después de una anestesia.
Para eso me gusta cómo llaman los portugueses a lo que nosotros llamamos despertar. Ellos dicen “acordar”. Me suena de maravilla, así sobre las seis de la tarde abrir los ojos y tratar de acordarme de dónde estoy, quién soy, y qué voy a hacer, pero muy despacito, como después de una resaca. Que no hay prisa, que queda mucha tarde por delante.
Sé que por la noche no tendré prisa por volver a la cama. A ver, tendré que dejar que se enfríe primero ¿no?. Pues eso, que antes de las dos, pocas noches me acuesto, pero no digo eso de que la siesta me quita el sueño. Para nada. Simplemente se retrasa la hora de irse al catre, tampoco es tan complicado. Se entiende fácilmente.
En la vida cotidiana, he notado (espero que no sea una paranoia mía) que hay mucha diferencia entre los que dormimos y confesamos que dormimos la siesta abiertamente y los que no la duermen o dicen que no la duermen, como si les diera vergüenza.
Normalmente, somos gente más tranquila, nos alteramos poco y en cualquier caso sabemos que ese ratito no nos lo quita nadie. Es un rato de disfrute, como los que sueñan con una ducha relajante, un paseo por el bosque o una playa de arena fina.
No es por comparar, son cosas diferentes. Pero es que la ducha me la doy por la mañana o por la noche o las dos. El bosque y la playa me pillan a trasmano y se me iría el tiempo en el camino y sin embargo la siesta es algo tangible. Nada más soltar la taza del café, siento que la puedo tocar con las manos. Es mía. Y no me gusta que me la quiten.
A veces, tengo que renunciar a ella. Pero suele ser por alguna causa que me importa mucho (no más que la siesta, desde luego), pero vamos que a veces también pasamos sin paseo y hasta sin ducha. Y no me queda más remedio que hacer lo que toque en ese momento.
Lo de la cabezada en el sofá a mí me produce risa. Siempre me acuerdo de las gallinas cuando dejan caer la cabeza y se quedan insulsas. No me gusta sentirme así, y no quiero ni pensar en la pobre imagen que debo dar a los que me rodean, si me ven en esas condiciones. Si un día soy yo la de la cabeza caída, y me hacen una foto, creo que puedo comerme crudo al que se le ocurra. Espero que no pase eso nunca. Aunque claro, es difícil, yo a lo mío, mi cama y tiempo para soñar.
Aunque es una elección, que se ha convertido casi en una necesidad, reconozco que hay una siesta para cada día y que depende del estado de ánimo o de cómo venga el día o de las circunstancias inmediatamente anteriores a ese rato. Me explico en el otro párrafo, que si no este se alargaría mucho.
Si me levanto por la mañana cansada, la mañana va de disloque, y a mediodía no puedo con mi alma, la siesta es absolutamente necesaria, reparadora, obligatoria, y sé que me va a sentar divinamente.
Si en la comida me tomo un vasito de vino, o de postre una copa de Porto, o antes de esto un vermú (nunca las tres cosas juntas, mi cabeza no soportaría esas mezclas), entonces la siesta es absolutamente necesaria, reparadora, obligatoria, y sé que me va a sentar divinamente.
Si llevo todo el día triste, con ganas de llorar y no recibo más que noticias chungas, entonces la siesta es absolutamente necesaria, reparadora, obligatoria, y sé que me va a sentar divinamente.
Lo que no puedo hacer, si se dan todas esas circunstancias en el mismo día, es echarme tres siestas porque ahí me explicó mi tío Basiliso que en esto era toda una eminencia, te levantas hecho polvo. La frase exacta era “no hay nada más cansado que echarse tres siestas sin tener sueño”. Y es verdad. Imposible. Con una cada día es más que suficiente.
Y no voy a seguir explicando las excelencias de la siesta. Tan sólo queda decir que como todas las cosas estupendas de esta vida ES GRATIS.
como me gusta leerte, tus relatos son geniales.
ResponderEliminarcreo que querías mi correo, luzblue@gmail.com. estoy intrigada con lo que dijiste de la foto.
muacks
Por fin encontré tu blog, perdí la dirección que me dió Bea :-(
ResponderEliminarLo estoy leyendo,y la verdad es que me encanta como escribes, y además me siento muy identificada contigo en muchísimas cosas!!
Yo como tu duermo siesta diaria :-))))