Es viernes, noche, entre la una y las dos. Dentro de dos días empiezan las fiestas de este pueblo, oficialmente. Pero por lo que se ve esto debe ser la pre-fiesta.
No tengo intención de irme a dormir.
Debajo de mi ventana hay, no sé cómo llamarlo, un grupo, un montón, un enjambre (de zánganos desde luego), un mogollón, en fin una pasada de gente armando jaleo.
Yo no sé si es botellón. No creo que haya botellas para todos ni en los súper, ni en los chinos que aún deben estar abiertos, ni en ningún sitio.
Y encima ahora se oye cantar el cumpleaños feliz. ¡qué horror!
No sé si son ganas de pasarlo bien, que mira que me extraña. No sé si son ganas de fastidiar. Aunque no creo que se planteen eso.
Más bien creo que es un pasar de todo que hace que esto sea insoportable.
Hace tiempo, en estas circunstancias, me daban ganas de bajar y unirme al jaleo. Como opción no estaba mal. Pero ahora no me apetece. Sé que no lo pasaría bien.
Los veo tan jóvenes a algunos que más bien creo que lo divertido para ellos sea precisamente eso, a estas horas poder gritar tranquilamente, sin que nadie les pueda decir nada.
A ver quién se atrevería.
Tengo otra opción, que me planteo muy en serio. Dentro de un rato, cuando ya el sueño me pueda y el ruido pueda al sueño, puedo llevarme una colchoneta a la cocina, que queda al otro lado de la casa, aunque esto no es el palacio de Bukinham y no puedo pensar en el ala oeste, pero que es lo más lejano de la ventana que da a la plaza donde se produce esta algarabía.
Pensar que en esa plaza había una vaquería cuando compré esta casa…...
En esta época, tenía que tener cerradas las ventanas, por las moscas, pero cuando me acostumbré a las moscas y salvando el olor a vaca, comparado con esto de ahora, era una bendición.
¿A quién se le ocurrió que tener las vacas ahí debajo era insano? Porque anda que esto de ahora, ¡telita!. Yo se lo dejaba al lumbreras ese.
Costumbres como estas hacen que aborrezca las fiestas de los pueblos. De este y de casi todos.
Seguro que la anormal soy yo, pero sorda no soy y no me gusta dormir con tapones, así que no me queda más remedio que pasar la noche como mejor pueda e intentar dormir por la mañana.
Uno a uno, seguro que son chavales estupendos, pero así en conjunto, ahora mismo LOS ODIO
Chica,pues lo de dormir en la cocina es toda una experiencia;tienes dos opciones;o tres,poner una bala de paja y pensar que estas en el medio oeste,te poens musica country y anulas los berridos de abajo.
ResponderEliminaro invitas a dos amigas a dormir en la cocina y haceis un parti pijama.
o si como en mi casa la cocina esta llena de lucecitas piensas que estas en otro mundo.
Chica quien no se conforma es porque no quiere,jeje
FELICES SUEÑOS
Sí pues me dieron las cinco de la mañana y todavía no me había dormido.
ResponderEliminarPero si las cosas pueden ir mal, irán, por supuesto.
A las ocho y media el jardinero se ha puesto a cortar el alibustre con una sierra mecánica.
Vamos que ahí sí que me han dado ganas de bajar, coger la sierra y que el pagara el pato de la noche sin pegar ojo.
Creo que la mala leche está muy repartida en esta vida.
Pues en el "ala oeste del edificio" las cosas no andan mucho mejor. Yo he puesto climalit en las ventanas pero que si quieres arroz Catalina, el ruido sigue llegando. Los arquitectos maravillosos que diseñaron la plazoleta esta que nos han puesto donde antes estaba la tahona tiene efecto de caja de resonancia (vamos que aprendieron poco de lo que los romanos y los griegos ya sabían. Los fines de semana es un ir y venir de berridos "aborrescentes". Y eso sin ser fiestas. En esos momentos añoro la lluvia.
ResponderEliminarLa vecinita del cuarto