sábado, 12 de septiembre de 2009

EN MI PUEBLO

El mes pasado fui a mi pueblo. Tengo la costumbre, cuando voy a alguna parte, de anotar cosas y luego cuento cómo me ha ido. Y el resultado de la semana que pasé allí fue el que sigue.



De vez en cuando voy a mi pueblo. Siempre se ha dicho así. Ahora se estila el turismo rural. Yo me limito a contar  cosas que me han pasado por allí.
Nada más llegar a mediodía empieza el baile en casa, que si abrimos las ventanas, que a estas horas mejor no que sólo va a entrar calor (hablamos de treinta y muchos grados). Bueno abrimos un rato y luego cerramos.
Deshacer la maleta, colocar la ropa en el armario y pasar revista a la casa. Bien, nada nuevo, recuerdos y no hay que encender la lumbre, así que al corral.
Nunca ha habido allí gallinas ni bichos que se le parezcan, pero decir “patio” me suena extraño. La casa es la casa, el corral es el corral y el doblao es el doblao. Que esta es otra, se puede llamar buhardilla (tiene esa forma), cámara,  en otros sitios sería el piso de arriba, creo que también hay lugares en que lo llaman troje, pero para nosotros es el doblao. Clarísimo, la parte de arriba de la casa, justo debajo de las tejas y donde se guardan todas las cosas que no hacen falta de momento. O sea un montón de porsiacasos.
Si hay fuerza para aguantar el calor que hace allí arriba, y ganas de apartar las telarañas que han encontrado el sitio ideal, se puede recrear la vista con el arado de mi padre, la albarda del mulo, las colleras, el trillo, y cambiando de siglo, la sierra mecánica, el motor de gasoil para regar, herramientas relativamente modernas mezcladas con las azadillas y las hoces. Esto hablando de cosas de hombres.
De mujeres, están las ollas de las aceitunas, la del aceite, el lavabo de cuando se casaron mis padres, de madera, con el espejo, la palangana y la jarra, los baúles de las abuelas llenos de vestidos de mi hermana y míos pasados de moda, de talla, muy gastados y que no sé qué puñeta pintan allí.
También están las muñecas de mi hermana. Mías no, que con la poca gracia que me hacían, como para guardarlas encima.
Hay cajas con platos que ni sé de dónde han llegado. Cuentos y juguetes de los críos.
Estrébedes, sartenes enormes, un caldero gigante, un barreño de cinz.
Y cientos de cosas más.
Es de entender, que todo eso y lo que se me olvida está repartido al  caer, sin orden ni concierto. Es un batiburrillo increíble. Siempre que hago idea de ir me organizo, y pienso que de esta vez no pasa. Me desharé de lo que no sirve y colocaré bien lo que quiero conservar. Pero que no. No hay forma. Es algo que se alarga en el tiempo. Quito algo de en medio, cambio de sitio alguna cosa, pero al final se queda como está. Aquello es misión imposible. Creo que nunca lo veré como me lo imagino cuando no estoy allí.
Bajo la escalera y voy a la cochera que es otro sitio de porsiacasos. Oigo un chirrido raro. Miro las paredes y veo cagaditas como de ratón. Todo lleno. Joer, qué asco, qué es esto?. Y se aclara el misterio, eso que suena y eso que se ve tiene la misma procedencia. SON MURCIÉLAGOS.
De día, vale, pero por la noche, impresionante. Hay muchísimos. Vuelan sin parar, parece la película de Hitchcot. Horroroso. Sé que son insectívoros, y les agradezco que no haya ni un mosquito por allí, pero qué cosa me da. No sé cuántos habrá pero a la velocidad que vuelan ni me paro a contarlos. Yo diría que más de cien. No hacen daño, pero pueden enganchar el pelo. No quiero ni verlos. Enciendo la luz antes de salir de la casa y espero un poco a que se escondan. Quizá sean buena gente, pero no quiero trato con ellos, me dan repelús.
Con el calor que hace dentro de casa, recuerdo cuando dormíamos en el corral con mi padre y los niños y caigo en la cuenta de que los putos murciélagos se acaban de cargar “el hotel de las estrellas” que así decía mi padre cuando dormíamos allí y nos comían los mosquitos. Está claro que aquel hotel siempre ha pertenecido a algún tipo de bicho molesto.
Y luego me dicen que son una especie protegida y que no se les puede tocar. ¿y yo? Yo no soy una especie protegida? Cuando apetece sentarse al fresco y mirar las estrellas es por la noche y dormir al raso pues también es por la noche y tengo que compartir espacio con una especie protegida que seguro que me tiene el mismo cariño que yo a ellos.
Y ahora pienso, si me hubiera llevado a la gata, qué hubiera pasado?, porque más protegida que mi gata pues no se me ocurre nada.
Bah, creo que esto ya es una tontería. Allí se han quedado, supongo que cumpliendo el mandato divino en lo de creced y multiplicaos. Espero que cuando vuelva estén hibernando o se hayan aburrido de ver siempre lo mismo y tenga mi corral para mí solita, como me gusta. Que para ver bichos hay otros sitios y para ver gente está la calle. Allí quiero estar sola, poder leer, tomar el sol, pensar, mirar las estrellas, de madrugada ver amanecer, o lo que se me ocurra, pero sola.
Agosto 2009

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