Hace poco, harta de levantarme con la espalda dolorida, las caderas quejumbrosas y las piernas que no me aguantaban en el primer minuto, se me ocurrió pensar que igual era el colchón. No iba a echar la culpa a los años que me han caído durmiendo en ese colchón . Así que pensando que ya era mayor de edad, le podía echar de casa.
Con la candidez que me caracteriza frente a muchas cosas (mi madre lo traducía por ser más simple que un pez frito), fui a una colchonería. Bueno fuimos, que éramos dos, no iba a pasar por tonta yo sola.
Queremos un colchón. Esa fue la frase mágica. A continuación el interrogatorio en primer grado.
Duro, blando, alto, bajo, con memoria, antitranspirante, antiácaros, de invierno y de verano, de muelles, de látex, de un material nuevo que creo recordar que denominaron como viscolátex natura.
Válgame san válgame, hay que contestar a todo eso?. Tranqui, que hay tiempo.
El que tengo es duro y me castiga cada noche, me levanto baldada.
En uno blando me hundo.
No tan bajo como para creer que estoy en la colchoneta de yoga y no tan alto como para que no me valgan las sábanas.
Qué memoria tiene un colchón?, tiene en cuenta cuándo me doy media vuelta y al día siguiente emite un pitido para que me la dé a la misma hora?. O tiene un sistema vibratorio que me hace cambiar de sitio hasta que me quede en el mío sin invadir la parte de la cama de mi contrario. Pues vaya putada si me lo hace a mí, claro, porque si se lo hace a el, igual me río y tengo más sitio, que últimamente duermo casi en el larguero de la cama.
Antitranspirante…….. pensé que la que sudaba era yo, no el colchón, tendré que preguntar cómo lo hace, porque me imagino que con tantas cosas también podrá contármelo.
Antiácaros. Eso ya me toca la moral. Porque esos bichos asquerosos que nunca vemos y que dicen que conviven con nosotros, yo creo que son parte de la fauna familiar. Y ahora echamos a los viejos y no criamos nuevos. Ay qué tiempos. Fiel reflejo de la vida. Echamos a los ancianos y no cuidamos de los niños. Pobres acaritos y yo que les tenía como confianza. Hasta les dejaba dormir conmigo y todo.
Lo de invierno y verano, gilipollez supina. En invierno con la calefacción hace calor y en verano me voy a dormir a la terraza y para eso tengo que dar la vuelta a esa enormidad que pesa más que un mal matrimonio. Pues necesitaré ayuda, porque sola no me veo en esas.
Y lo que tiene por dentro a mí qué me importa. Acaso le importa al colchón lo que yo tenga por dentro? Si sólo vamos a estar pegaditos, no nos vamos a meter mano ni nos vamos a operar ninguno de los dos.
Y ese material nuevo, mezcla de todo, será chicha o limoná…….
Bueno, venga, ese mismo, ¿cuánto cuesta? ……PALABRAS MAYORES. Y dicen que duran mucho, anda que hasta que lo amortice, ya puede durar ya.
Pero esto tan “normal” se queda en nada cuando me dice la señora que debería llevarme el protector. Es de fibra de bambú, impermeable como el plástico, pero transpirable, y sóoooooooolooooooooo son 40 euros.
El precio del colchón me lo callo, pero ese protector, como una sábana ajustable 40 pavos y encima pasar por cateta si no te lo llevas, me dejó ni sé cómo.
Porque como yo pienso, si a la hora de dormir la sudaera es en la cabeza, no el resto. El colchón no se queda con el cerco del sudor, la almohada sí, así que a qué viene tanta prevención higiénica. Si es para mi casa, que no es un hotel donde cada día puede dormir alguien distinto.
Pues me dan la solución. También tienen la funda de la almohada. Esa sólo 20 euros.
Al final cargo con todo.
En mi casa me siento idiota. He pagado 60 euros de clavo. Son diez mil pesetas, que suena mucho peor. Tanto cuestan unas sábanas? Es que hace mucho que no compro ninguna y no tengo ni idea.
Al final, ya colocadito en la cama, con la funda maravillosa, mis sábanas bonitas, con su embozo colocado, la colcha guapa, me acuesto y esa noche dormí del tirón.
Sí es cierto que según pasan los días noto que está bien. No me duelen los huesos por la mañana y no le pregunto qué ha memorizado esa noche, no doy los buenos días a los acaritos que ya sé que no están, y procuro no recordar lo que me ha costado para no joder el día tan de mañana.
Y desde luego no echo de menos el colchón de lana que tantos disgustos me dio cuando mi madre me obligaba a hacer la cama una y otra vez porque le dejaba con bultos que parecían las dunas del desierto.
Este es más cómodo, desde luego que sí.
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