Ayer pasamos el día en un pueblo de la sierra de Madrid. Salimos de casa con niebla, temiendo lo peor, pero de repente el sol cegaba. Hizo un día estupendo.
Por la mañana, al sol, con un jersey era suficiente, cosa impensable para mí que soy friolera con título.
Esta mañana, aquí en el barrio, poco sol, bastante aire y un paseo desagradable. Las manos heladas, las orejas encogidas, los pies al punto para que empezaran a salir sabañones.
Así, no hay abrigo, ni bufanda ni nada.
Sobre todo por el sopetón. No te esperas eso. Sales como si nada a la calle y al llegar a la esquina lo único que quieres es darte la vuelta.
Luego explican en la tele que es una ola de frío siberiano. ¡ja!. De qué Siberia hablan?. Porque yo soy de la Siberia Extremeña y allí estas temperaturas son inimaginables, y se combaten con un tronco de leña en la lumbre y poco más.
En cualquier caso hablan del cambio climático y el calentamiento global, pero hoy, no pensaba yo en eso.
Más bien pensaba en lo calentito que se estaba en casa. Y esta, seguramente, es una de las razones de ese cambio climático del que tanto se habla.
Vivimos en la sociedad del "bienestar". Aclarando, en invierno de manga corta en casa, porque la calefacción es central y no se puede regular, y en verano, con la blusita de manga larga por el aire acondicionado.
¿Esto es bueno?. Es que mi duda surge cuando veo que vamos al revés que las estaciones. En invierno calor y en verano frío.
Con lo fácil que sería dejarse llevar por la naturaleza, como se ha hecho hasta antes de ayer. En invierno, leña para el fuego y lana para abrigarse y en verano sombrita y abanico.
No sé si estaríamos mejor, supongo que ahora nos costaría volver para atrás, pero el planeta lo notaría, seguro, nuestro bolsillo también, y el cuerpo no se sentiría tan maltratado.
Bueno, que a lo mejor esto es el resultado de que las meninges se hayan quedado pasmaítas por salir casi a cuerpo, al entender que una ola siberiana era algo de mis paisanos.
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