Pues sí, volví de vacaciones. He estado en Tánger. Ha sido toda una experiencia. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto.
He tenido la suerte de no ir de guiri. Nada de turismo convencional.
He ido de la mano de una amiga. Es de allí, tiene su casa y vive su familia. Esa es la mejor manera de conocer cualquier sitio.
Poder disfrutar de su hospitalidad. De las comidas de casa, nada de hoteles ni restaurantes modernos. Poder compartir sus formas de pasar el tiempo. Ir de compras en un lugar donde el regateo es algo obligado.
Yo no sé regatear, soy una pamplinas para eso, y encima en otro idioma. Yo pregunto el precio, si me conviene lo pago y si no, doy las gracias y me voy. Aquí me ví obligada a decir a mi amiga lo que quería y ponerme a mirar otra estantería, o el escaparate o lo que fuera, ya se ocupaba ella de las negociaciones. Qué cansancio. De verdad que resulta cansino.
Pero en la casa de sus hermanas, de sus amigas, me sentía como en la mía. Bueno no, no puedo decir eso, no es justo. Me han tratado como a una princesa. Y nunca podré dar las gracias adecuadamente.
Una cosa que me ha llamado la atención y que aquí, por lo menos por donde yo me muevo, apenas se utiliza es el gusto por servir la mesa en condiciones. Me explico.
Al llegar a cualquiera de sus casas, te reciben con una bandeja de cristal y vasos llenos de agua. Hace calor, y se supone que apetece. Luego la mesa con mantel bonito, botellas preciosas con zumo (es de tetra brik, que lo dicen) con los vasos a juego, y en fin una serie de detalles que aquí dejamos casi para las fiestas, por aquello de que se friega menos, o van al lavaplatos y las filigranas se estropean, o manteles simples por no planchar.
Hago referencia a esto porque no eran visitas anunciadas ni nada parecido, podíamos pasar a dar las buenas tardes simplemente, y tener ellos ya la mesa preparada para el té.
Quiero decir que el buen gusto es predominante, aunque a veces pueda parecer recargado.
Lo de comer con las manos no es una leyenda. Sí que comen con las manos, pero con un arte que me ha hecho sentir una novata total. Me descuidaba y comía con la mano derecha o la izquierda. (Eso no se hace, sólo se come con la derecha y lo sé). En todas las ocasiones me han ofrecido los cubiertos y el plato por si yo no quería comer en el plato común. No lo he hecho, me parecía de muy mala educación. Aunque mis modales para ellas han debido ser de lo más deplorable, pero no me lo han hecho notar. En todo momento he estado comodísima.
Ya conocía el cous-cous, pero nunca lo había compartido con ellas. Estaba para chuparse los dedos, y nunca mejor dicho. El tallín de verduras, parecido a nuestra menestra, quita el hambre y deleita los sentidos. La rziza, como si fueran espaguetis ligeros, suaves. La Harira o sopa de Ramadán que también ponen algún día en que hacen el ayuno. El pescado frito, o a la plancha. Y los dulces de mil formas, de miel, almendra, higos, yo qué sé, una locura.. A mí me gustaba todo. Si me quedo tres días más vuelvo con yilaba pero porque no me hubiera abrochado ni uno sólo de mis pantalones. Qué manera de comer. Todo el día en un pienso. Qué pasada y qué gozada.
El pueblo de Asilah es toda una joya. Precioso, curioso, limpio y coquetón.
La cueva de Hércules como maravilla en piedra sí, espectacular, pero las jaulas con monos, gatos, aves, no me han gustado, además que el olor era bastante insoportable. Pero eso es de quita y pon, cuando quieran lo quitarán de allí y seguirá siendo maravillosa.
El paseo marítimo, nuevo, bonito. El paseo es muy agradable.
El tráfico infernal, pocos semáforos, sin rayas en el asfalto ni pasos de cebras, un guirigay absoluto, hasta para cruzar la calle, en alguna ocasión me han cogido de la mano como a una niña chica.
Y me he reído con cosas pequeñas –que para mí son las mejores- como hacía mucho tiempo que no me reía.
Me he tenido que pelear con mi amiga para que me dejara preparar el café del desayuno, o hacer la cama o recoger el baño. Para ella era su invitada. Me tuve que cuadrar y la llegué a decir que si no me dejaba hacer cosas como en mi casa, no me sentiría como en mi casa y entonces me iría a un hotel.
Nos hemos hecho fotos juntas, todas ellas, sus amigas, y esa diferencia en el vestir que siempre parece que aleja, en este caso nos ha acercado. Ellas contentas y yo más.
Ella no podrá leer esto, es posible que alguien se lo lea, pero desde aquí quiero que sepa que nunca le agradeceré bastante todo lo que me ha enseñado en estas vacaciones.
que envidia de viaje, pues estos son los mejores ;-)
ResponderEliminarver los pueblitos de la mano de la gente que vive en ellos, comer sus guisos, ir a comprar con ellos, que te muestren sus maravillas!!!!
uff como te envidio ;-)
Pues nada Rosa, nos montamos uno a cualquier sitio, y seguro que el resultado es parecido.
ResponderEliminarQué te parece Extremadura? ya sé que te pilla a trasmano, pero oye, que más lejos estaba Tánger.