domingo, 4 de octubre de 2009

LA CIUDAD IMPOSIBLE

Hoy he tenido que ir a mi barrio. Bueno donde me crié. Lo conozco. No hay vericuetos. Ni jugando a la gallinita ciega me perdería en el. 
Bueno, pues imposible llegar a donde yo iba. 
Salí temprano de casa porque había oído por la radio que era el día de la bicicleta y habría cortes de calles por el centro. 
No pasa nada, yo no paso por el centro y además es temprano. ¡tonta de mí!. 
No se me ocurrió adivinar, que además era la segunda carrera popular de aquel barrio. 
Llego a un punto en que me desvían. No importa, daré la vuelta por allí. Llego al allí, y una porra, que tampoco, doy otra vuelta por donde ya sé, y tampoco. Al final, tiro el coche, que no aparco, porque está prohibido y me dirijo al guardia que cuida una valla que corta la calle. Le pregunto que cómo puedo llegar a donde quiero ir, y se pone a darme explicaciones como si yo no supiera a dónde iba. 
Le explico que conozco el barrio, que sé dónde estoy, pero que si no quita la valla, me tendrá que indicar por dónde. 
Al final, sonríe, y comprende mi fastidio. Me indica que cree que a lo mejor pudiera ser que aquella calle del otro lado ya esté transitable. 
Llego a casa de mi hermana, casi una hora más tarde de lo que pensaba, y allí a buscar aparcamiento. Sólo dos vueltas a la manzana, no ha estado muy mal. 
He pasado un rato en su casa y vuelta a jugar al pinto pinto colorito, a ver por dónde podía llegar yo a la M30. 
Nunca pensé que me alegría de coger esa calle o carretera o como quieran llamarlo. 
Y mientras, oía a Fernando Sánchez Dragó en la radio que iba diciendo que este alcalde tiene el síndrome de Truman (mandó tirar las bombas de Hiroshima y Nagasaki) por su afán a despanzurrar la ciudad. 
Claro en esos momentos entiendo todo. Se trata de una enfermedad. Hay que fastidiar Madrid como sea. Si no se abren zanjas se hacen túneles, si no, se arregla (es un decir) el río. Pero un método más infalible y barato, hacer participar a un montón de gente en algún evento que justifique el corte de mil calles y media (que algunas son de subida y bajada y se quedan en la mitad) , eso sí, sin avisar, de modo que los pardillos que nos atrevemos a meternos con el coche nos veamos encerrados. Rodeados de un cinturón humano en pantalón corto y dorsales a la espalda. 
Pues respeto el derecho de todo el mundo a utilizar la ciudad como mejor le cuadre, pero de verdad, si avisan, me voy en el metro. Sé que tardo más que en el coche, pero en estas circunstancias, me habría leído medio libro y no me habría mosqueado. 
Por cosas como esta hablo siempre del "Madrid de mis pecados".

3 comentarios:

  1. Estimada Parkerazul:
    Tras las gracias por tu visita, una pregunta y una afirmación.
    ¿Ya no se va de Madrid al cielo?
    La otra:
    En lo que comentaba sobre el lapiz "de tinta", escribía: "se utilizaba como un lápiz más pero si se quería que su trazo fuera permanente, se humedecía y al escribir, quedaba como si se hubiera utilizado una pluma." Como vés, si hablo de que había que mojarlo de alguna manera.
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Si te he entendido Jaclo, por eso yo decía que no teníamos bote en clase y lo chupábamos. Todavía me río cuando me acuerdo.
    Y de Madrid al cielo siempre, sólo que evitando los recorridos invadidos de manifestantes, deportistas y obras.
    Cuando se conoce bien, se buscan los sitios, que sí, que los hay.

    ResponderEliminar
  3. De Madrid al cielo SIEMPRE!!!
    Pero no tienes que buscar el camino, el camino se te presenta cuando a él le viene bien, mientras haces turismo porque en Madrid hay mucho que ver!!!

    ResponderEliminar