Hoy he tenido que empaquetar todos los libros de casa en cajas. Eso es media mudanza. Eramos tres. Y ha quedado demostrado, literalmente, el peso del saber.
¡Qué horror! pesan un quintal, las cajas se llenan antes de que dé tiempo a montar otra. Y luego trasladarlas a la ubicación provisional.
No sé cuántas veces hemos subido y bajado la escalera para alcanzar aquellos de allí arriba, pegados al techo, de esa librería doble que sujeta normalmente todos esos librotes acumulados durante años.
Mirándolos ya empaquetados me surge una duda existencial.
Si me los he leído todos y cada uno de ellos ha debido aportarme algo, yo debería ser muy lista ¿no?. Y entonces porqué me paso media mañana de vacaciones trasladando esos mamotretos, que volverán al mismo sitio dentro de unos días y seguirán cogiendo polvo porque no hay quién los mire.
Me planteo llevarlos a una biblioteca. Seguirán estando a mi disposición cuando quiera releer alguno, pero no me ocuparán sitio y no me darán trabajo.
Pero cuando los tengo en la mano, los miro de cerca, siento que son como una mascota más. Tienen vida propia. Puedo recordar cuándo los leí, cómo me sentía, y cómo me hicieron sentir.
Los de historia, me los bebía, quería saber cosas de antier. Las novelas han dado de sí y de no. Unas estupendas, otras pura bazofia. Los clásicos de Grecia y Roma, en principio aburridos me hacían descubrir cosas que no encontraba en ninguna otra parte. Todo ese conocimiento, casi premonitorio en librillos de pocas páginas. Y (me gusta llamarlos mis amigos, aunque sé que eso es pura ilusión) Miguel Hernández y García Lorca? y otros cuantos de poesía de varios países. Luego esos comprados de estrangis a principios de los años 70. Y la literatura clásica? me encanta La Regenta. Y más, más, muchos más.
No me olvido de los de labores que me han ayudado a hacer cosas bonitas y entretener muchas horas en las que no quería pensar.
Y los de cocina? gracias, gracias, muak, sin ellos no hubiera pasado del bocata de chorizo.
Vamos que entiendo perfectamente al escritor (ahora mismo no recuerdo si fue Delibes o José Luis Sampedro quien lo dijo) que decía que se había cambiado tres veces de casa porque los libros le echaban. Que cada vez necesitaban más espacio.
Pues así me siento yo. (En lo de escribir, no desde luego, que soy consciente de mis limitaciones). Si pudiera cambiarme de casa, así sin más, según los he empaquetado esta mañana, los pondría en otro sitio, con más espacio, más a la mano, sin esa escalera, y...... bah, eso son bobadas. Volverán a su sitio y que se aguanten. No son seres vivos?, pues que se acomoden como mejor puedan.
Pero hoy desde luego me han ahorrado el gimnasio. He hecho piernas, brazos, cintura, abdominales y ganas de comer.
Benditos sean. Seguirán conmigo.
Pero es lo más bonito que hay cuando un libro te engancha, y estas deseando volver a leer sus páginas. Ese sera el precio, el sitio que ocupan en tu casa. Un beso.
ResponderEliminarSí supongo que así es, pero esto es como una pensión vitalicia. Unos días de placer y hale ya hizo sitio para siempre.
ResponderEliminarDe todos modos, me quejo con la boca pequeña, sería peor no haberlos disfrutado.
Gracias Maribel.
Con los libros pasa eso de "ni contigo ni sin tí"
ResponderEliminarsi no los tienes les hechas de menos y cuando los tienes les hechas de más.
soy feliz con un libro, es algo que siempre va unido a mí. De momento no me echan de casa, pero tiempo al tiempo :-)
ResponderEliminarA mi también me gusta mucho La Regenta, la leí por obligación en el instituto y aún así me gustó tanto que la
ResponderEliminarleí dos veces.
Annabel