Llevamos días oyendo que bajan las temperaturas. Siendo fin de semana, yo no lo noto. Si salgo de casa es a una hora decente (muy a mi pesar, desde luego), y si no, me quedo tranquilamente, notando el calorcito del pijama, las zapatillas, la calefacción y alternando la taza de café con la de alguna infusión que me reconforta el cuerpito gentil y el ánimo.
Pero hoy... había que levantarse al son del despertador. Que eso ya hace que los buenos días no sean buenos. Luego hay que pasar por lo que en días así es la tortura de la ducha. Y nos quita el calorcito ese de entre las mantas como de pan caliente que tanto me gusta.
El repelús que se siente, arropada al albornoz y con los pies descalzos y húmedos. Que sólo lleva a vestirse deprisa y corriendo con las medias torcidas y sin crema hidratante, que eso ya sí que es un mal rato. Con lo que me gusta a mí en condiciones normales.
Luego ya salir a la calle. Me voy encogiendo. Me entra el frío por los agujeritos de la nariz. Me enfría la garganta. Noto como baja. Y tratando de que no me invada por completo, me sigo acurrucando conmigo misma. Hasta que llega un momento en que me veo reflejada en un escaparate y veo que voy encogida, muy encorvada.
No me reconozco. Yo en casa no tenía esa joroba. Que no, que no, que lo sé bien.
Me estiro. Trato de caminar con garbo, con cuidado de no resbalar en estas aceras antipáticas que me lo ponen difícil. Y veo a otra mujer, también con joroba. Otras personas caminan igual.
Qué pinta más horrorosa. Entre los abrigos que nos hacen amorfos. Que no hay manera de distinguir a un tío bueno de uno menos bueno, y esos bultos en la espalda. Qué feo es el invierno. Bueno, no es eso, más bien es qué feos nos ponemos en invierno.
Cuando he llegado a trabajar y he entrado en aquella sala, que por la temperatura más bien parece una incubadora, he empezado a desarroparme, en plan cebolla. Primera capa, el abrigo, segunda la rebeca, y por dios, qué calor, ahora qué hago. Y yo con botas. Porqué no me he traído unos zapatos.
Y me empiezo a reir yo sola, conmigo. Dónde me traigo los zapatos, en la joroba quizá.
En fin, que andamos rondando los cero grados y por más que me digan, no es eso de ni frío ni calor. Cero grados es frío. Frío con joroba.
Pero hoy... había que levantarse al son del despertador. Que eso ya hace que los buenos días no sean buenos. Luego hay que pasar por lo que en días así es la tortura de la ducha. Y nos quita el calorcito ese de entre las mantas como de pan caliente que tanto me gusta.
El repelús que se siente, arropada al albornoz y con los pies descalzos y húmedos. Que sólo lleva a vestirse deprisa y corriendo con las medias torcidas y sin crema hidratante, que eso ya sí que es un mal rato. Con lo que me gusta a mí en condiciones normales.
Luego ya salir a la calle. Me voy encogiendo. Me entra el frío por los agujeritos de la nariz. Me enfría la garganta. Noto como baja. Y tratando de que no me invada por completo, me sigo acurrucando conmigo misma. Hasta que llega un momento en que me veo reflejada en un escaparate y veo que voy encogida, muy encorvada.
No me reconozco. Yo en casa no tenía esa joroba. Que no, que no, que lo sé bien.
Me estiro. Trato de caminar con garbo, con cuidado de no resbalar en estas aceras antipáticas que me lo ponen difícil. Y veo a otra mujer, también con joroba. Otras personas caminan igual.
Qué pinta más horrorosa. Entre los abrigos que nos hacen amorfos. Que no hay manera de distinguir a un tío bueno de uno menos bueno, y esos bultos en la espalda. Qué feo es el invierno. Bueno, no es eso, más bien es qué feos nos ponemos en invierno.
Cuando he llegado a trabajar y he entrado en aquella sala, que por la temperatura más bien parece una incubadora, he empezado a desarroparme, en plan cebolla. Primera capa, el abrigo, segunda la rebeca, y por dios, qué calor, ahora qué hago. Y yo con botas. Porqué no me he traído unos zapatos.
Y me empiezo a reir yo sola, conmigo. Dónde me traigo los zapatos, en la joroba quizá.
En fin, que andamos rondando los cero grados y por más que me digan, no es eso de ni frío ni calor. Cero grados es frío. Frío con joroba.
Parker, derechita y bien estirada, no te encojas que asi hace más frio.
ResponderEliminarJo lo primero que hago es ponerme un chandal e ir a andar una horita y cuando vengo la ducha apetece un montón y de frio nada de nada, pero claro a veces no se puede,cosas de la edad.
Besitos.
Pues yo me he gozado la nevada entera desde Moncloa hasta Ciudad Universitaria, menuda forma de nevar. Y, luego, seguía nevando hasta que llegué a casa. Y yo sin paraguas porque cuando salí de casa no solo no llovía sino que parecía que el sol quería salir.
ResponderEliminarEso sí, yo también soy de los que van encorvados, todos vamos igual, este frio no hay quien lo soporte, se mete hasta los huesos.
Besos y ánimos para esta desapacible semana en la que estamos!!
De desapacible nada! me ha pillado en la calle cuando empezaba a nevar y he aprovechado para darme un paseo lo que iban a ser cinco minutos se han convertido en treinta, paseandome bien estiradita por la calle. ¡¡Que gozada!! sentir los copos de nieve en la cara, cuanto más corre la gente encorbada más me gusta andar despacio, recreandome si no fuera por la viela chunga y el asma no volvía a casa en un par de horas!! tendré que conformarme mirando por la ventana.
ResponderEliminar¡¡¡Como me gusta este tiempo!!
Ya sabeis al gusto le dieron colores!!
Hola Parker
ResponderEliminarAquí también hace frío, mucho frío...se acabó lo que se daba, eso de buen tiempo ya queda lejos y esperando meses para que vuelva.
Odio el invierno porque soy sumamente friolera; fíjate que hasta en verano tengo algunas veces frío, jajaj eso será porque nadie me tapa. Ayyy!!!.
Cuando hace este pedazo de frío a mi me duele el pecho y es de tener la respiración cortada...quiero calorcitooooooooo.
Mira mujer, encorbada o derechita creo que estás guapa y digan lo que digan tú eres lo mejor de lo mejor.
Ea he dicho.
Bueno me voy a la cama porque ya no siento la mano, se me quedó congelada, jajaj.
Besitos y nos hablamos
No me gusta nada el frio, no puedo soportarlo, intento explicar a todo el que me quiere oir que a mi el frio me duelo, me duele de verdad, pero nadie me cree, quiero que venga el buen tiempo o irme a un sitio donde nunca nunca sea invierno. Se lo voy a pedir a los reyes magos este año, a ver si cuela.
ResponderEliminarPakiba, qué más quisiera yo que ir estiradita como si no fuera conmigo. Pero nada, que estoy arrecía.
ResponderEliminarUn beso
Jota, pues desde Moncloa hasta la Universitaria ya te has dado un buen paseo, sí. Y con nieve, con el aire que corre siempre por ahí, uissss, me entra tiritona sólo de pensarlo.
ResponderEliminarMe voy a por la bata, que ya no aguanto.
Venga, que la semana va de lluvia, y supongo que podremos soportarla.
Besos.
Princesa, eso de que no tienes quien te tape, venga ya, date una vuelta por el Ikea y píllate un edredón nórdico, no lo pases mal por una simpleza.
ResponderEliminarY mira a mí me ayuda a sobrellevar esto pensando que se acaba el mes y ya falta menos para el verano.
Oye qué lindezas me dices, qué exagerá que eres.
Pero mira, que sienta bien.
Un beso.
Beatriz, ya sé tu afición al frío. Pero lo de los copos de nieve en la cara, que no, que no, todos para tí. A mí no me gusta ni viéndola en la tele.
ResponderEliminarYa te imagino paseando y maldiciendo por tener que volver a la incubadora.
Y al asma el aire fresquito le sienta bien, así que esa no es la excusa, la otra la entiendo, pero mañana coges el paraguas rojo y otro paseo.
Seguiré pensando en el verano, por eso mismo, por la diferencia en gustos.
Bichoraro, pues pídelo para mí también. Que a mí los reyes no me hacen mucho caso.
ResponderEliminarPero también esa es mi ilusión, vivir siempre en primavera-verano.
Un abrazo.