martes, 22 de junio de 2010

MIEDO ABSURDO

Es muy tarde. Me voy a acostar. El ya lo hizo hace rato. Me acuesto muy tarde. Me gusta quedarme leyendo.

Ahora viene el momentito ese de apagar luces, cruzar el pasillo a oscuras y más de una vez tropezarme con alguna cosa porque por sin luz no calculo bien las distancias. Llego a la habitación. Abro la puerta con cuidado para no hacer ruido. La ventana, como siempre, un poquito abierta y la persiana a medias, dejando entrar un poco de luz que llega de la farola de la calle.

Al pasar de la oscuridad total del pasillo, en la habitación se pueden localizar objetos. Es más fácil no tropezar.

Pero aquella noche, al abrir, me llevé una sorpresa horrible. No podía creer lo que veía. Sobre la pared, al lado de mi cama, veía una luz roja. Brillante. Parecía un rayo láser de esos que se utilizan como punteros.

No sabía qué hacer, si gritar llamándole, si echar a correr otra vez por el oscuro pasillo. Por un momento sentí como si estuviera viviendo un trozo de película de esos en que apuntan a la frente de alguien con un arma.

Pero aquello rojo apuntaba en mi dirección. Al lado de la cabecera de mi almohada. Donde yo duermo.

De dónde podía venir aquello?. Evidentemente, de la calle. Pero quién se iba a acercar a la ventana a mirar?.

Notaba el sudor frío del pánico. No podía seguir la dirección del rayo rojo. Es como si de pronto surgiera de la pared sin más.

Y el tan tranquilo. ¿es que no lo había visto al acostarse?. ¿desde cuándo estaba allí aquel motivo de mi desazón?. No podía acostarme así. Los segundos pasaban y yo no me decidía a entrar, ni a darme la vuelta, ni a nada. Estaba allí con la puerta entreabierta, como dispuesta a cerrarla al menor movimiento.

Por otra parte, pensaba que el estaba allí acostado. No podía dejarle solo.

Qué peligro podía ser eso rojo?. Ni un ruido, ni nada.

Con el morbo de los niños, miré otra vez. Seguía allí. Nada había cambiado.

Bueno sí. Antes era una marca, ahora era distinta. Presté atención, tapándome la boca para no gritar. Era un anagrama. Un dibujo, representaba algo. Eran números.

Mi cabeza asustada empezó a maquinar. ¿Serían unas coordenadas? ¿Pero de qué? ¿De dónde duermo? A quién podría interesarle esto.

De repente cambió. Yo ya hipnotizada no quitaba ojo de aquello. 00.59, 01.00, 01.01. Pues eso parece…….. sí, parece la hora. Faltaba poco para la una cuando he apagado la luz del salón.

Ya no aguanto más, lo que tenga que pasar, que sea cuanto antes.

Enciendo la luz de la habitación. Se despierta como las liebres, asustadito y con los ojos muy abiertos. Me dice que si estoy loca. Le comento lo de la señal roja en la pared. Se ríe de mí con unas carcajadas y una burla que me cabrean. No entiendo nada. Y se explica.

Es el nuevo reloj despertador. Ese que nos han regalado como promoción al comprar otra cosa. Una de las “ventajas” es que refleja en la pared, en el techo, o donde quieras, la hora, en números rojos.

Me siento imbécil. Me lo enseñó cuando lo puso en hora. Nunca imaginé que fuera tan impresionante de noche. No estoy yo preparada para estas modernidades y menos por sorpresa.

El reía, mi enfado aumentaba, tanto por el miedo absurdo que había pasado como porque él no me lo hubiera advertido. Luego insistía en que sí que me lo había dicho, eso entre carcajada y carcajada, yo estaba segura de que no. Al menos no lo entendí así.

Vamos, que he estado al borde de un ataque de pánico y todo se reduce a una birria de reloj que no dice tic-tac, como todos. Me dan ganas de tirarlo. Ahora me dormiré, pero mañana ya negociaremos el reloj y yo. O quita la luz roja, o será él, el que vaya al cuarto oscuro.

4 comentarios:

  1. Los momentos de pánico lo suelen provocar las cosas más tontas pero eso lo descubres después.
    Yo todavía recuerdo aterrorizada las sombras que desfilaban por la pared y que resultaron ser la sombra de las plantas del huerto al moverlas el aire y darles la luz de la luna, en mi casa de pequeña.

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  2. Jajajaj, muy bueno Parkerazul. Qué pensabas que era? porque imagino que t mente psarían millones de ideas.
    El pánico se apodera de nosotros y casi que no podemos ver la realidad.
    Por cierto tengo uno de esos despertadores y no utilizo la luz del techo o pared.
    Besos y me ha gustado mucho

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  3. Sí Beatriz esas cosas son inevitables. Al tiempo te ríes pero cuando pasa el miedo agarrota todo.
    Lo pasé fatal, al principio y luego me tocó aguantar la guasita.

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  4. Princesa yo sólo veía el rayito rojo. Creía que entraba por la ventana. Pero esa puntería me ponía los pelos de punta.
    Qué imbécil me sentí después.
    No tengo ni idea de dónde ha ido a parar el chisme ese, pero no quiero saberlo.
    Como despertador ya me sirve la gata, así que no me sofocaré más por un chisme infame.
    Besos.

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