jueves, 3 de junio de 2010

FERIA DEL LIBRO

Me gustaba ir a la feria del libro, pero por cosas, llevaba ya sin ir varios años.
Hoy tocaba ya. Desde Atocha hasta El Retiro, no hay mucha distancia, pero es cuesta arriba y hoy hace calor.
El calor de Madrid. De asfalto caliente. Seco. Menos mal que como yo soy de las de antes, no me molesta el abanico en la mano. El más fresquito, el que más me gusta, el que elegí en Córdoba y me lo regalaron. De madera de níspero. Precioso. Pues ese me ayuda a subir la cuesta.
En el Retiro, un paseo bajo los árboles, grandes, viejos, y con una frescura maravillosa.
Las casetas de los libros. Aquí ya, cuidadito. No puedo pararme en todas, porque entonces necesitaría, por lo menos el carro de la compra para llevarme todos los que me llaman la atención. Y el agujero en la cartera sería más grande que la cartera en sí misma.
Paseamos por el centro y miramos como de lejos. Me acerco a alguna, hojeo el libro que me llama la atención, y sigo adelante. Tomando nota mentalmente -con la esperanza de que se me olvide alguno- de los libros que tengo que ir leyendo. Tendré que comprarlos, pedirlos prestado, sacar de la biblioteca, como sea, pero poco a poco, que de golpe mejor no.
Por último he comprado uno curioso, me ha costado 9 euros, tiene 130 páginas. Me he levantado de siesta, lo he cogido por banda y al cabo de una hora, ya me lo había gastado. Así no hay manera. No me duran nada. Ni finos, ni gordos, ni nada. Siempre digo que los libros me salen caros, pero no por lo que me cuestan, si no por lo poco que me duran. Si es que me pueden los puñeteros.

Había algunos escritores firmando y era temprano. Esta tarde nos ha hecho gracia un comentario de Oukalele. Estaba allí firmando, y sale en la tele diciendo que se siente como un mono, esperando que le tiren cacahuetes. Pues sí, una buena descripción, eso parecen.

Después de patear la feria, se nota la crisis en cosas pequeñas. Hace años regalaban marcapáginas, o abanicos de cartón, o folletos de las editoriales. Este año, nada de nada. Si compras un libro, sí, algo te dan. Pero si no, pues ni agua, que a euro y medio la botellita pequeña, te planteas si tienes tanta sed como para eso, o sigues andando.

Al final, media vuelta, y para casa. Menos mal que ahora todo es cuesta abajo. Aún así, me he comportado como una niña chica. Veía gente comiendo polos. Yo quería uno. De limón, por favor. Y nada, no hay puesto, no lo veo, me derrito bajo el sol. Me molesta el bolso, me estorba la bolsa de papel que me han dado con el libro. Quiero un polo. De limón, por favor. Y nada, que no hay, que no veo el puesto.
Al salir por la gran puerta de hierro que nos indica que todo lo que tenemos por delante es asfalto puro, veo el puesto de los polos. Por fín. ¿qué desea señora?. Un polo, de limón, por favor. Mmmmmm qué rico estaba.
No diré que ha sido lo mejor de la feria. Pero sí que ha sido el final, y eso es estupendo.
Y ahora a buscar todos esos libros que pasan a la lista de asuntos pendientes y que me entretendrán este verano.

1 comentario:

  1. Ayyy ese polo de limón, tan fresquito y rico!!! A que te supo bien? Fue un final feliz.
    Que pena, no tengo tiempo casi ni para leer, últimamente necesito que el día tengo más de 24 horas...tengo muchas cosas pendientes y libros en la mesita de noche sin poder tocarlos.

    Un beso y esooo a seguir leyendo

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