jueves, 11 de febrero de 2010

SI YO FUERA......UNA MESA


SI YO FUERA………… UNA MESA


Miro alrededor. En mi casa hay 10 mesas. Las he contado, porque ni yo me lo creía. Tres son plegables, se usan poco, pero cuando hacen falta están ahí. El resto del tiempo ni se ven.
Pero y las otras?. Son de cada día. Ocupan su sitio y tienen su función. Eso ha hecho que me fije en ellas.
En todos los hogares, que no digo casas, siempre hay una cama o varias, como si fuera lo más importante.
Pero y mesas?.
Repasando todas, si yo fuera una, cual me gustaría ser? Y si fuera alguna de los sitios en donde he estado o donde he vivido?.

La mesa camilla, de siempre, esa servía para jugar al parchís, para dibujar (mal, desde luego), para hacer los deberes, para protestar por las patas, que siempre me tocaban (aunque mis hermanos decían lo mismo). Para coser, para dejar la ropa mojada por la noche para que se secara. Sin adornos, casi nunca se podía poner encima un jarrón con flores o algo parecido, había que quitarlo para comer. Y con el brasero, servía para calentarse, apoyando los codos sobre ella, dejando caer la cabeza y echar una medio siesta.

La cuadrada enorme, para cuando nos juntamos a comer los 13 que éramos casi siempre. Parecía la de la última cena. El mantel como una sábana de grande. Y como si fuera un rastro “pásame la sal”, “espera, toma, dale el vino a…”, “qué buena pinta lo de allí, traételo para este fondo”. Con dos patas en el centro para no estorbar, fuertes, torneadas, bonitas, grandes. Cómo pesaba. Pero qué buen servicio hacía.

La pequeñita donde están el teléfono y la lamparilla. Oscura, de madera de castaño. Antigua, restaurada, bien cuidada. Que se tuvo que adaptar a los nuevos tiempos. Antes fue una mesita de noche, con cajón arriba y espacio abajo para la bacinilla. Qué coqueta es, qué bien queda donde está.

La redonda, en el cuarto pequeño, con una pata central. Cómo aguanta el tran tran de la máquina de coser. Y qué bien viene a la hora de poner encima todos los relicarios que sobran en el bolso hasta que cambian de sitio.

La bajita alargada, mandos de la tele, cenicero, tabaco, portátil, y cosas, de esas de “ahora lo quito”. Pasarela de la gata, para que la veamos, por si se nos olvida que anda por aquí.

La de la terraza, de hierro, fuerte, a medida. El soporte una piedra de mármol que hace años fue mesa de cocina. Cómo me gusta!

En la cocina, esa sí que es multiuso, cenar, desayunar, cocinar, soporte de la bolsa de la compra. Pero inmaculada total. Pensando en la de la película de El Cartero siempre llama dos veces, pues eso, inmaculada. Pero no es que ella no sirviera para ese menester, es que nunca me dio por ahí.

Y la del ordenador. Pobre, siempre llena de cables, enchufes, discos, con la pantalla, el teclado, los altavoces. Yo creo que es la más sufrida.

Pues si yo tuviera que elegir, cual me gustaría ser, indudablemente, la grande, rodeada de gente hablando, riendo y comiendo sin parar.

Pero de momento, no tengo intención de quitar ninguna. 



2 comentarios:

  1. Y qué me dices de tener veintiseis asientos cuando en la casa sólo hay cuatro culos que asentar?

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  2. Pues que esos cuatro culos viven en un sitio donde se recibe a gente con agrado.
    Yo sé que siempre que voy tengo un sitio y eso no se puede decir siempre.
    Así que por la parte que me toca, muchas gracias.

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