Hasta ahora no estaba en ninguna de esas redes en las que se amontonan amigos que casi ni se conocen.
No siento curiosidad de ver a través de la pantalla a gente lejana y desde luego, a la cercana mucho menos, a esos paso lista cada día.
Pero la profe del taller de literatura se descuelga con que ha colgado la revista en Facebook, y que nos tenemos que meter.
Buffff, lo que me faltaba.
Explico que no, que no salgo bien en las fotos, que no me pienso ni asomar.
Bueno, no pasa nada. Pero ¿y mi curiosidad? qué hago con ella?.
Pues lo que era de esperar, intentar registrarme y meterme en la telaraña esa.
¿Fácil?..... pues será para tí, porque a mí me ha llevado media tarde.
Lo de registrarme vale, nombre -no el mío, claro- foto -de algo que me gusta, tampoco yo- y ya está. Ahora sólo queda encontrar la revista.
Pues con todo eso, me ha tocado llamar por teléfono a una amiga que también participa en la revista para que me dijera cómo llegar.
Al final, sí, la he encontrado, pero ¡hay que fastidiarse! lo que he pasado.
Sobre todo por la sensación de idiota que me entra en situaciones así.
Y lo peor es la cabezonería. Porque sería mucho más fácil dejarlo sin más. Pero esto es como cuando me saqué el carné de conducir. Si cualquier idiota puede conducir, yo no voy a ser menos idiota.
Como decía mi abuelo "a listo me ganará pero a burro no". Y eso, que al final muy mono todo, ya sé entrar y salir, dejar mensajes y poner fotos, vamos como aquí pero con la gente del cole.
Ya me siento igual de idiota que el resto del mundo que compone la red esa.
Seguimos igualando por abajo, pero c'est la vie.
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