domingo, 22 de noviembre de 2009

LA GATITA


Cuando ella llegó a casa escribí este relato. Ya llevamos juntas año y medio, pero sigo viéndola como entonces.


“GRAPADORA” (Una gatita parda)

Una persona seria cuando dice “cesto” es con asas ¿no?. Pues no, claro que no. A veces es “con” otras “sin” y otras no es “ni cesto”.

Y eso me ha pasado a mí.

Años y años diciendo que no quiero animales en casa, que ya éramos suficientes, y no sé cuándo se me cruzaron los cables, ante la insistencia de los interesados en tener un bicho en casa.

Al fin y al cabo no es tan complicado, mucha gente tiene mascotas, porqué no podíamos tener nosotros una.

No sé cómo he caído en eso. Si yo no soy gente. Que lo sé, que no soy como el resto de las personas humanas, que las cosas que me pasan a mí no le pasan a nadie, pues nada que sí, que vale, venga.

Un buen día la trajeron a casa. Y como todos los bebés, de la naturaleza que sea, son un engaño. Son tiernos, mimosos, como desprotegidos. Y aquí estamos la gatita parda y yo.

Me dicen que se llama Grapadora, que claro pasó a ser Grapitas por las marcas que deja con sus dientecitos en los brazos y piernas del que se despiste un poco.

Antes de que viniera preparamos la canastilla. Que si el comedero, que el bebedero, que el arenero, que la arena mágica para que absorba todo eso que no se debe dejar desparramado, que un juguete para que se entretenga, que un artilugio para que clave las uñas y no arañe el sillón o se cuelgue de las cortinas, comida en lata, por si acaso y el pienso obligatorio.

Uffffff, no sé si para mis niños necesité tantas cosas. Aunque creo que sí, que más o menos, teniendo en cuenta que esta venía vestida.

No tiene pedigrí, es una gatita de padres mezcladitos, eso sí con nombres rimbombantes “Bagheera” y “Simba”, pero normalitos, cosa que agradezco, lo de los pedigríes viendo a la Duquesa de Alba and family me da un mal rollito que pa qué.

Un gato es un espíritu libre. No hay forma de que haga caso a nadie. Así que creo que me ha tocado una gata tonta porque me hace bastante caso aunque parezca increíble. (No me engaño, sé que es por puritito interés).

Para empezar, no es mía, es de mi hija. Pero se viene a desayunar conmigo. Sólo le doy los buenos días y le digo que me voy a la cocina. Se viene detrás de mí, se queda sentadita y espera que le ponga un poco de leche en un cenicero que utilizo para ese menester. Y cuando se relame de gusto me siento tan contenta como cuando los niños se terminaban el biberón.

Después me voy a hacer la cama y ella me ayuda. Yo tiro de un pico de la sábana y como a ella no le gusta, me lo coloca. Luego otro, luego otro, y mientras, de vez en cuando, me suelta una tarascada, algo así como diciéndome que lo estoy haciendo mal. Ella no se acuesta en mi cama (no se lo consiento) pero parece ser que no le gusta como la hago. Joer, qué arañazo tengo en el brazo izquierdo. Vamos que yo regaño y ella araña. No me parece nada extraño. Al terminar se lo explico bien. Ya vale Grapitas, hemos terminado. Vamos a regar las macetas.

Se baja de la cama, viene detrás otra vez, y de dos saltos se sube al sillón y a la barandilla. Yo riego y ella se aleja del agua. Se pasea por la barandilla mordisqueando las plantas. Yo creo que como con la cama controla si están bien o mal para regañarme, de la única manera que sabe, si lo cree necesario.

Al final salta de la terraza a la ventana de su dueña, y como la persiana está bajada, araña un poco. Al notar que no, que no va a poder entrar por ahí se da la vuelta y otra vez en la barandilla da unos pasos de ballet, con un equilibrio de precisión para no pincharse con los cactus. Cómo se mueve!, si yo pudiera hacer eso, la danza de los siete velos no tendría ningún misterio para mí. Ahora noto más que nunca eso que yo ya sabía, o sea que andando soy poco elegante, por decirlo de alguna manera.

Después viene la hora del juego. No es que nosotros lo establezcamos así, es que para ella debe ser así. La escoba vale, una pelota vale, el sofá vale, un tapón rojo de una botella de zumo es perfecto. Y mientras, corre que corre por toda la casa, menos por la habitación de su dueña que está cerrada.

Hemos conseguido que no se meta por detrás de la televisión. Hay demasiados cables y de repente se perdía la señal de la antena y cosas así. Aunque parezca un poco cruel, le echamos agua a la cara con un flush flush de esos que salpican. Y de momento no lo hace. Ya sé que es cuestión de tiempo, pero bueno algo es algo.

Con la encimera de la cocina pasó algo parecido, ella iba decidida a pasearse por allí, y aunque me da pena, no puedo tolerar que ande por los sitios donde se prepara la comida, o donde comemos o donde dormimos. Creo que entiende que es una especie de trato. Hay sitios que sí y otros que no. De momento funciona.

Pero cuando su dueña se levanta, ya no hago carrera de ella. Me ignora completamente. Pero claro, yo no me tumbo con ella a dormir la siesta. Yo no sé quién se acurruca a quién, si la humana a la gata o al revés. Pero forman un ovillo blanco y marrón que dan ganas de hacer una foto. ¡qué placidez! ¡qué envidia dan!.

A mi contrario ya le ha quitado algún calcetín. No sé qué encanto puede tener un calcetín sucio, pero ha estado desaparecido hasta hace un rato. Le quiere quitar el sitio, tan pronto salta por detrás del sillón donde el está sentado, como se le enreda en los pies con malas artes. Y el juega con ella, le hace cosquillas o le da alguna pelota de goma. Pero nada, ella insiste en darle un susto cuando más tranquilo está.

Como de noche no puede entrar en las habitaciones tiene una táctica infalible. A las siete de la mañana se pone a maullar, y yo no sé si despierta al vecindario, pero desde luego a nosotros sí. Esta es la ilusión de mi vida. Estar de vacaciones y a las 7 de la mañana ser despertada por unos maullidos escandalosos. Nada de ronroneo, ni caricias, ni nada de lo que se supone podría ser un dulce despertar. Directamente, maullidos insoportables. Y luego, cuando abrimos la puerta, se sienta, nos mira, y yo no sé si nos regaña con la mirada o nos toma el pelo. Pero son las siete y ya estamos todos levantados.

En el libro de Antonio Burgos “El Gato”, el dice que el gato es el amo de la casa, y yo pensé que exageraba. Ahora, viendo lo que veo, creo que lleva toda la razón. No es que nos hayamos vuelto tontos, es que nos engatusa y esa palabra es correctísima, hasta ahora no entendía yo bien el sentido.

Estamos todos engatusados, a ver qué remedio, a los animales hay que tenerlos con todas las consecuencias, pero aunque no soy de mimos, no la beso, ni la achucho, ni cosas así, que por otra parte, siempre me han dado bastante asco; reconozco que me cae bien este bichillo, que hace compañía, y sobre todo que ya no hablo sola. Siempre hablo con ella, parrafadas largas y que por la carita que pone, estoy segura de que entiende absolutamente, que no me conteste ya lo espero (menuda sorpresa si fuera de otro modo) y que no me haga caso cuando no le interesa, es lo normal, pero si Machado decía que “quien habla solo espera hablar con Dios un día” yo me libro. Ahora hablo con Grapitas y me va bien.








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