Hoy tenía motivos para preparar un desayuno, a mi gusto, de domingo. Las razones, como siempre, simples, gratis, las mejores.
La semana pasada, mi sobrina me regaló la cafetera azul, porque sí. Porque la vio, y pensó en mí, en mi afición al café y mi manía con el color azul. La trajo, y me gustó muchísimo, por todo, por nada, porque hace buen café, porque la trajo ella, porque es azul.
Ayer, por fin, mi hermana me pasó la receta de las rosquillas. Eran las que hacía mi madre, yo nunca las había hecho. Otras sí, pero estas no. Me metí en harina, cruzando los dedos, porque el resultado podría ser desastroso. Me pasé un rato largo, amasándolas y jugando con ellas como si fuesen plastilina, y disfrutando como un crío, hasta que las ví terminada. Tuve que hacer un esfuerzo supino para no comerlas calientes, que pueden sentar fatal.
Y antes mi hermana y yo habíamos pasado un buen rato hablando de las recetas de mi madre.
Para poder hacer alguna cosa de las que ella hacía, primero tenemos que recordar las matemáticas y hacer reglas de tres, porque ella siempre se juntaba con alguna amiga, o prima, o quien sea, y hacían cantidades industriales, como para una boda.
Y a ver cómo se traduce eso para hacerlo en casa, para tres o cuatro personas. Pues eso, con lápiz, papel y regla de tres.
Cuánta harina se necesita para tres huevos, si mi madre utilizaba una o dos docenas? buffff
Y luego, cuando se lo preguntábamas a ella, tenía siempre la explicación lógica, que nos convertía a mi hermana y a mí en dos idiotas: "Pues hija, leche la que se precise y harina la que admita" (¡toma! ¡toma! y ¡toma!), ahí quería yo ver al Arguiñano.
Bueno pues al final salieron. Y están, de lujo. Sí que me he acordado de ella. Y el trabajo que se tomaba para hacernos una gracia. También he de decir, que nunca llegamos a hartarnos de sus rosquillas. Siempre queríamos más.
Otra razón es el sol que entra por la terraza. Fuerte, calentito, por fin. Primavera.
La maceta de menta brotando con fuerza, después de la helada del invierno, y las pipas de girasol que planté hace unos días estallando verdes prometiendo las flores que tanto le gustaban a mi hija y que cada año, como una tradición sembrábamos. Continúo con ella. Ojalá siga así y tenga flores también este año.
Y cómo no, poner la mesa y hacer las fotos sin ayuda de la Grapi, sería impensable, ha pasado revista de cerca, y me he visto negra para que no se me subiera a la mesa, por fin se ha aburrido y se ha colocado en su sitio.
Ahora ya sólo queda empezar a desayunar antes de que se enfríe el café.

Anda hija, vaya desayuno apetitosa que te has preparado!!!, jajaj. Los kilos lo dejamos para otro momento, no?.
ResponderEliminarLa cafetera es preciosa, aquí como nadie toma café, pues no hay esos lujos.
Ten cuidadito porque vuelven las lluvias, eso al menos han dicho, así que aprovecha el sol y disfruta.
Me has hecho de nuevo sonreír, lo sabías?
Un beso
Me adhiero a tus rosquitos. Creo que era lo que desayunaban todos los días las Tres Gracias.
ResponderEliminarPrinesa, de qué kilos hablas. Si es sólo un domingo, que los demás días hay que ir a la carrera. Que suena el despertador a las siete y entro a las ocho.
ResponderEliminarSí que es bonita sí. En mi casa sólo tomo café yo, pero da igual, me permito esos caprichos, bueno y la family que lo fomenta.
Esta tarde daré un paseo con el sol, que creo que mañana se esconde.
Un abrazo
John, están buenísimas. Y claro, por eso yo estoy estupenda, jajaja. Si me viera Rubens, no creo que me pintara.
ResponderEliminarQué bien, desde luego que es un lujazo empezar así un domingo primaveral como el de ayer. Mi bonsai aun no ha notado la primavera, sigue perdiendo hoja y/o amarilleando, pero a ver si con ayuda del abono se pone fuerte y verdoso de aquí a unas semanas.
ResponderEliminarEsa terraza soleada me recordó a los desayunos con café, zumo, tostadas de tomate aceite y sal que nos marcábamos mi abuela y yo todos los días de verano en la terraza de su casa. En plena ciudad,con la gente y los coches pasando, mirando a éste o a aquella de más allá y nos daba igual. Nada mejor que desayunar en una terraza, relajadamente, sin prisas y disfrutando de los rayos del sol que aun no pican. Besos.
Por Dios,acabo de comer pero me está entrando un hambre que páqué...¿Una rosquillita por favor?
ResponderEliminarTiene una pinta estupenda.
Mil besos.
Menuda manera mas buena de empezar el domingo, vaya... vaya... como nos cuidamos... ¿las rosquillas llevan anis? Es que mi abuela hacia unas con anis para chuparse los dedos, pero se perdio la receta con ella. Lastima!!
ResponderEliminarJota, la terraza es pequeña, no sirve para pasear, pero el sol hace que apetezca mucho.
ResponderEliminarMe sirve para desayunar cuando no voy a trabajar, y es el rincón donde tengo el ordenador.
Por la noche, sobre todo en verano, da gusto, estar al aire y con la luna o los árboles pegaditos.
Creo que es la parte que más me gusta de casa.
Es un rincón abierto, que me hace sentir bien.
Besos
Morgana, esto está hecho, cuando quieras, para tí me vuelvo a meter en harina, y hasta que te aburras.
ResponderEliminarUn abrazo
Después de varios dias ausente , aqui me tienes para desearte buena semana y que me pases una rosquillita de esas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bichoraro, el domingo hay que disfrutarlo, y me apetecía empezar así.
ResponderEliminarEsas rosquillas pueden llevar anís o aguardiente. Yo las puse aguardiente gallego, que tiene energía más que probada.
Y seguramente se parecerán a las de tu abuela, que ellas sí que sabían hacer cosas.
Venga que te paso alguna.
Un abrazo.
Pakiba, venga que sí, que son pequeñitas, que no nos van a caer mal.
ResponderEliminarBuena semana también para tí.
Un abrazo.