lunes, 23 de agosto de 2010

AIRE PARA EL VERANO











Hace poco lo vi en un escaparate. Me quedé hipnotizada. Me encantó. Pero es agosto y la tienda estaba cerrada.
Cada día me asomaba a mirarlo. Me parecía precioso y además pensaba que si daba aire, ya sería la leche.
Hoy, por fin, han vuelto de vacaciones (lo siento por ellos) y estaba abierto. No he esperado.
Conozco al vendedor. Le pregunto cuánto vale. Y le digo que a la tarde voy a por el, que me lo guarde.
Salgo de la tienda, y con la caprichosidad que me acompaña siempre, le pido a mi contrario que vaya a por el coche, que vuelva, que lo quiero ya, que me eche airecito a la hora de la siesta, que hago un trato con el, yo doblaré la ropa, o lo que fuera que el pensara hacer, con tal de tener el chisme ese.
No sé si quería darme el capricho o quería dejar de oírme. Pero yo he vuelto al trabajo y el se ha ido a comprar el ventilador.

Sí que echa aire sí. Me he levantado de siesta tan marchosa que me ha dado por planchar, por supuesto con el vendaval que produce el chisme este. Eso no pasa dos veces (lo de planchar quiero decir).

Pero se trata de un capricho total. En casa el aire acondicionado nos hace llevadero el calorazo de julio y agosto, pero esto no tiene nada que ver. Mueve el aire de sitio pero no da el frío de invierno del aire acondicionado. Me gusta, me encanta.

Y será por aire, si tengo una colección de abanicos, sin pretenderlo. Llevo uno en cada bolso, para que no se me olvide en casa. Me ayudan. Me gustan.

No soporto entrar en un sitio cerrado y empezar a sudar.

Supongo que lo del aire es una manía de las mías. Pero creo que no es tan grave. Me abanico y en este caso me abanican.

Vamos, que corra el aire, que es lo que hace falta para sentirse bien, y eso tiene muchos sentidos.



Este lo compré en el rastro. Me costó dos euros. No me lo podía creer. Me parece precioso y me lo traje puesto.


Este era de mi madre, que era otra maniática con el aire, con la calor y que también tenía un buen puñado de ellos. Le tengo cariño, aparte de que da aire fresquito, fresquito.



Este me lo trajo mi hijo de Barcelona. Está pintado a mano. Es curioso, precioso y lo utilizo muy poco porque pienso que se me puede estropear.

Y este es de Córdoba. Me enamoró. Qué preciosidad, qué ligereza. Me dijeron que es de madera de níspero. Y tiene un aire, un garbo, un sonido, que me obliga a llevarlo atado. No me atrevo a soltarle por miedo a quedarme sin el.
Cuando me dijeron lo que costaba, lo solté como si me diera calambre. Pero otra vez mi contrario decidió que para una vez que iba a Córdoba, bien podía darme el capricho. Se lo agradezco. Si no hubiera sido por el, ahora pensaría en el abanico pero no lo podría disfrutar.





2 comentarios:

  1. Bonito ventilador te hace juego con el parqué y el mueble. Los abanicos no los debes utilizar mucho, en mi casa hay unos cuantos y todos con alguna varilla rota por el uso.
    Un beso,

    Carmen

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  2. Me encantan los abanicos.
    Y en cuanto a lo del aire acondicionado, lo hemos sustituido por un ventilador de techo. Me parece bien el análisis de que el ventilador da aire y el aire acondicionado frio de invierno.
    La vecinita del cuarto

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