Ya es viernes. La semana va que vuela y las vacaciones como sin estrenar.Ando un poco mohína con todo. No estoy contenta y "mesenota".
Tenía planes desde hace varios días y me están saliendo todos al revés. Bueno no es que estén saliendo mal, simplemente, no salen.
Hace más de quince días que tenía plan con mi hermana. Nos íbamos a patear Madrid, la zona pija, esa donde no vamos nunca y que en cualquier otra ciudad es lo primero que se visita. Queríamos echar un vistazo (que no comprar, por supuesto) a las tiendas esas internacionales supercarísimas donde no compramos nunca nada, porque no creo que las cosas que venden allí valgan lo que cuestan. Pero mirar es gratis y también se adquieren conocimientos. Al menos para saber dónde no se puede ir ni en rebajas.
Pero un refresco o un café en una cafetería de por allí, sí que nos hubiéramos tomado. Porque lo que decimos siempre, nos cobran un poco más, pero lo frío está frío, lo caliente, caliente y el baño limpio.
Más que nada, hubiera sido una mañana de paseo y de darle a la sinhueso un buen rato, que es lo que nos gusta.
Pues la huelga de metro nos fastidió el plan. Será otro día, pero vacaciones no me quedan muchas.
Ando enrollada con la dentista. Bueno ella me quiere enrollar y yo no me dejo. Es una especie de pulso, y no sé cómo voy a terminar. Dentro de un ratito tengo que ir a verla. Me molestará seguro. Esta muchacha, por buenas intenciones que tenga, siempre me fastidia. Si es que desde hace años, siempre digo lo mismo. Que las buenas intenciones son para los conventos, que para lo demás no sirven.
Me quiero ir a mi pueblo. Pero el parte meteorológico me echa para atrás. Medias de 38 grados y subiendo. Eso pone a mi pueblo en los cuarenta y muchos. Está en una explanada, donde el sol calienta desde que sale hasta que se pone. No podré ni salir de casa. Y hace años, cuando un entretenimiento era sentarse, por la noche, al fresco, ahora es otra historia. En la calle donde está mi casa, los vecinos, por edad, se han ido muriendo. Los dueños ahora son, como en mi caso, los hijos de los que vivían allí, y nosotros vamos poco y no nos sentamos al fresco. Bueno, yo sí. Pero el año pasado, me encontré a la una de la madrugada sentada en una mecedora, en la puerta de mi casa, totalmente sola en toda la calle. Y no esperaba que sucediera nada. Pero aquella oscuridad, aquella soledad, y aquellas estrellas moviéndose, brillando a rabiar, daban un aspecto fantasmal a la única farola de la calle. Me sentí un poco mal. Entré en casa, cerré la puerta, y a sudar y no en el buen sentido. Que a veces, hasta el sudor es agradable.
Por hacer algo distinto, la otra mañana, que me levanté con los cables cruzados. Cogí la bolsa de la costura. Me fui a un parque grande, me dí un paseo bajo los árboles, me senté en el merendero, extendí mis hilos, tijeras y demás apaños y le estuve dando a la aguja un buen rato. Y, mira, que me cundió y mesentó bien. Con la luz del día y al fresquito del césped recién regado, se estaba bien. Además sin gente, que era temprano. Por lo menos era, como nos dicen en yoga, acopio de energía, haciendo algo relativamente satisfactorio. No estuvo mal. Pero eso sirvió un día. Hoy no tengo ganas de parque, de paseo, ni de coser.
Esta noche me han invitado a tomar una cerveza. Es una terraza que ya me conoce, en un sitio agradable y espero pasarlo bien. No todo se va a torcer.
Esto parece el libro de reclamaciones. Estoy tranquila, me siento bien, y sé que si los planes se me han torcido es porque antes los había hecho. Llevo ya tiempo que sé que es mejor dejarse llevar, y en cada momento disfrutar de lo que se ponga delante. Es la mejor manera de no patinar y no coleccionar decepciones, pero es que no aprendo. Esa lección siempre la suspendo. Me pondré las pilas, a ver si apruebo esa asignatura de una vez por todas.
Tenía planes desde hace varios días y me están saliendo todos al revés. Bueno no es que estén saliendo mal, simplemente, no salen.
Hace más de quince días que tenía plan con mi hermana. Nos íbamos a patear Madrid, la zona pija, esa donde no vamos nunca y que en cualquier otra ciudad es lo primero que se visita. Queríamos echar un vistazo (que no comprar, por supuesto) a las tiendas esas internacionales supercarísimas donde no compramos nunca nada, porque no creo que las cosas que venden allí valgan lo que cuestan. Pero mirar es gratis y también se adquieren conocimientos. Al menos para saber dónde no se puede ir ni en rebajas.
Pero un refresco o un café en una cafetería de por allí, sí que nos hubiéramos tomado. Porque lo que decimos siempre, nos cobran un poco más, pero lo frío está frío, lo caliente, caliente y el baño limpio.
Más que nada, hubiera sido una mañana de paseo y de darle a la sinhueso un buen rato, que es lo que nos gusta.
Pues la huelga de metro nos fastidió el plan. Será otro día, pero vacaciones no me quedan muchas.
Ando enrollada con la dentista. Bueno ella me quiere enrollar y yo no me dejo. Es una especie de pulso, y no sé cómo voy a terminar. Dentro de un ratito tengo que ir a verla. Me molestará seguro. Esta muchacha, por buenas intenciones que tenga, siempre me fastidia. Si es que desde hace años, siempre digo lo mismo. Que las buenas intenciones son para los conventos, que para lo demás no sirven.
Me quiero ir a mi pueblo. Pero el parte meteorológico me echa para atrás. Medias de 38 grados y subiendo. Eso pone a mi pueblo en los cuarenta y muchos. Está en una explanada, donde el sol calienta desde que sale hasta que se pone. No podré ni salir de casa. Y hace años, cuando un entretenimiento era sentarse, por la noche, al fresco, ahora es otra historia. En la calle donde está mi casa, los vecinos, por edad, se han ido muriendo. Los dueños ahora son, como en mi caso, los hijos de los que vivían allí, y nosotros vamos poco y no nos sentamos al fresco. Bueno, yo sí. Pero el año pasado, me encontré a la una de la madrugada sentada en una mecedora, en la puerta de mi casa, totalmente sola en toda la calle. Y no esperaba que sucediera nada. Pero aquella oscuridad, aquella soledad, y aquellas estrellas moviéndose, brillando a rabiar, daban un aspecto fantasmal a la única farola de la calle. Me sentí un poco mal. Entré en casa, cerré la puerta, y a sudar y no en el buen sentido. Que a veces, hasta el sudor es agradable.
Por hacer algo distinto, la otra mañana, que me levanté con los cables cruzados. Cogí la bolsa de la costura. Me fui a un parque grande, me dí un paseo bajo los árboles, me senté en el merendero, extendí mis hilos, tijeras y demás apaños y le estuve dando a la aguja un buen rato. Y, mira, que me cundió y mesentó bien. Con la luz del día y al fresquito del césped recién regado, se estaba bien. Además sin gente, que era temprano. Por lo menos era, como nos dicen en yoga, acopio de energía, haciendo algo relativamente satisfactorio. No estuvo mal. Pero eso sirvió un día. Hoy no tengo ganas de parque, de paseo, ni de coser.
Esta noche me han invitado a tomar una cerveza. Es una terraza que ya me conoce, en un sitio agradable y espero pasarlo bien. No todo se va a torcer.
Esto parece el libro de reclamaciones. Estoy tranquila, me siento bien, y sé que si los planes se me han torcido es porque antes los había hecho. Llevo ya tiempo que sé que es mejor dejarse llevar, y en cada momento disfrutar de lo que se ponga delante. Es la mejor manera de no patinar y no coleccionar decepciones, pero es que no aprendo. Esa lección siempre la suspendo. Me pondré las pilas, a ver si apruebo esa asignatura de una vez por todas.
Es verdad amiga, los planes nunca salen, es mejor, como bien dices, dejarse llevar...pero yo soy de las que los hago y también tengo suspendida esa asignatura...o es que ese día no acudí al cole???, jajaj.
ResponderEliminarPues sólo deseo que estés relajada y descansando. Yo sólo me tomo una semana de vacaciones al año y pesa, pesa mucho.
Por cierto, no dejes que la dentista te enrolle, jajja.
Besitos
¿Al cole, Princesa, jajaj? Pues yo no falté mucho, pero a veces tengo la impresión de que aprendí poco.
ResponderEliminarEn vez de un colegio de pago, el mío era de cobro, porque a mi padre le cobraban, pero a la vista de como me va la vida, le tenían que haber devuelto el dinero. (Y ahora me lo sacaría la dentista).
Y oye, porqué escribes tan triste?
Un beso
Parkerazul, pues no sé porqué escribo triste, quizás la vida no se porte conmigo como me merezco, jajaj.
ResponderEliminarEl último poema sólo reflejaba un sueños que ambas personas habían ideado y por las circunstancias de la vida no se pudo cumplir, pero al final y pese a eso las dos personas siguen juntas en el poema, porque al fin y al cabo son poemas nada más.
Besos