domingo, 4 de julio de 2010

UN TESORO


Lanzadísima a no perder la costumbre de soportar el calor de mi pueblo, ayer hicimos el caminito. También contribuyó el hecho de que amaneció lloviendo y nos queríamos creer que el tiempo refrescaría. Ilusos!

Este pueblo tiene algo que ejerce de paraguas. No sé explicarlo, pero no es la primera vez que vengo, que llueve por todos los alrededores y que aquí no cae ni una gota de agua.

Una vez me contaron que las nubes que vienen de Portugal, al llegar a una zona concreta, las revientan con cohetes para que llueva por allí y no lleguen aquí.

Vale que yo diga tonterías muchas veces, pero esa de ahí, no es mía, la he escrito tal cual me la contaron, aunque dieron más detalles que superaron mi imaginación en aquel momento y ahora soy incapaz de transcribir.

Pero con cohetes o sin ellos, lo cierto es que ayer aquí no caía más agua que la de la ducha y calentita desde luego. Pero esta es otra. Sale calentita, con el calentador apagado. Las tuberías que traen un agua estupenda, de la sierra, vienen a un palmo por debajo del suelo, y ese palmo de tierra recalentado de todo el día no permite que el agua se enfríe. Vamos que en el manantial estará como esté, pero al salir por el grifo viene a la temperatura ambiente o casi, y hablamos de treintaymuchísimos grados y cuarenta y alguno en más de una ocasión.

Mi casa bien, como a mí me gusta. Al menos pude dormir sin contratiempos.

Esta mañana, aprovechando las primeras horas de la mañana, me subí al doblao. No sé cuántas vueltas he dado ya por el, pero siempre encuentro algún tesoro. No se acabará nunca. Entre que estoy poco tiempo y que me lío con dos de pipas, no termino de ver lo que hay en el.

Hoy, debajo de una cubierta de lona, que yo no sabía qué tapaba, me encuentro con un baúl y lo abro. Al principio, lo normal, cosas que mi madre guardaba, los costales de trigo antiguos, doblados, sin usar desde hace más de cuarenta años. Pero a mí se me hacía que aquellos eran muchos costales. Empiezo a levantarlos con cuidado. Más que nada, porque siempre espero que aparezca alguna prima del hombre araña y eso me da cosita. No es que sean peludas y venenosas, eso no, pero que corren que se las pelan que para eso tienen 8 patas y que no me gustan ¡ea!.

Al mover uno, oigo un sonido de hierro con hierro. Y pienso para mí, “a ver, qué me queda por encontrar”. Y me viene a la cabeza la insistencia de mi hermana, cada vez que vengo, en que tenemos que encontrar el peso de la abuela, que mi madre se lo dijo muchas veces. Que era una báscula como de cocina, pequeña, con unos platillos y una pesas, además incompleta, porque la de media cuartilla se la prestaron a alguien y no volvió nunca.

Siento cosquilleo por todas partes, pero mío, de dentro, no eran arañas, y ya voy deprisa y con cuidado. Quito un costal, luego otro, luego… alto. Esto no son costales. Un corpiño de mujer con las iniciales de mi abuela. Extraño. Pero reconozco su forma de coser. Tan cuidada, tan resistente, tan bien rematada. Y luego otro. Uno estrechísimo de cintura de avispa, y el otro un poco más grande, haciendo notar el ensanchamiento de la cintura que nos acompaña a todas las mujeres de esta familia. Nunca los había visto. Ahora mismo, no nos los podríamos poner. Pero dónde estaba yo para no enterarme de que quedaban cosas así en mi casa. Supongo que como tantas veces, en la parra.

En fin, que sigo con lo mío. Un hierro, otro, otro, y por último ¡lo tengo! La balanza, cojo el gancho, la coloco, miro el fiel, los brazos donde van los platillos, y lo voy colocando en el suelo. Sí falta una pesa, pero teniendo en cuenta las medidas de esa balanza, ni sé cual puede ser. Está la media libra, la libra, y las otras que no podría poner en orden, no sé si serán la cuartilla, la media. En fin ese sistema métrico del que hemos oído hablar, pero que ahora sólo los más antiguos conocen con seguridad. Los más nuevos, tenemos que pararnos a pensar, y en muchas ocasiones, no tenemos ni idea.

Pero no acaba ahí mi descubrimiento. Hay una cadena grande. Con unos eslabones bonitos. Pesa un quintal. Y soy incapaz de asociarla a nada. Así según está no tengo ni idea de para qué sirve.

Toda entusiasmada, llamo a mi hermana y se lo cuento, y claro, ya me cayó el pavisosa de turno, qué va a ser esa cadena, pues la de colgar el caldero en la lumbre. La de la chimenea, so tonta. Jopé, pues sí que es verdad. Pero cuando era pequeñita, si la ví alguna vez, estaba colgada allí arriba, en las chimeneas esas en que había que meterse debajo. Cómo porras podía saberlo yo esta mañana. Si es que esta también tiene unas cosas.

En fin, que hoy ha hecho calor del bueno, pero a mí me da igual. Estoy contenta. No sé qué haré con eso. Igual vuelve al mismo baúl, y que sirva para sorprender a mis sobrinas o a mi hijo algún día, pero de momento, a mí me han alegrado el día.

Y además sé bien, que eso era de la madre de mi madre, vamos que no ha rodado, que siempre ha estado con nosotros. Quizá ese hierro es el que nos da fuerzas para seguir buscando, ni sabemos qué. Desde luego dinero y tesoros de otro tipo no, que de eso nunca hubo en nuestra casa. Pero fuerza sí, de eso sí que entendemos.

Y esto lo escribo, aplicando las nuevas tecnologías, en el portátil, en la puerta de mi casa, tomando el fresco, con la farola fantasmal que alumbra la calle solitaria.

Que pueda conectar este cacharro a la internete con el minimóden y enseñarlo es otra cosa.

Anda que si la de la balanza me viera ahora, igual me daba con ella en la cabeza o me ataba con la cadena, por no hacer oficio de lucimiento.




6 comentarios:

  1. Pues ya que tienes báscula podias repasarme un cuartillo de gárbanzos pa el cocido? a la semana que viene cuando me los traiga mi hombre te los devuelvo jejeje.

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  2. Qué chulo!!!
    Te quedarías con la boca abierta.
    La verdad es que cuando me pongo a ver fotos de mis abuelos, me quedo pensativa e imagino ellos levantando la cabeza y viendo tantas y tantas modernidades, seguro que volverían a caer.
    Pues eso que me he entretenido leyéndote y me ha gustado, además lo has descrito tan bien que parecía que estaba contigo viendo tanta cosa de valor.

    Un beso

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  3. Ay chashshcha, por dios, un cuartillo, ¿y cuanto precisas tu pa un cocido?.
    jajajaj. Anda tonta. Y por cierto, la cadena son las llares, que ya me he enterado yo.

    Un beso, Bea.

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  4. Princesa, lo de los abuelos es la leche. Si te cuento que el mío decía que los ingleses no se podían entender con ese "zampaperros" y que la única manera de hablar era la que usaba el que era la de todos los cristianos.
    Imagínate si le hubiéramos hablado de Internet.
    Y puede que lo hayas imaginado, pero no puedes imaginar cómo acabé de polvo y telarañas. Luego ducha obligatoria y por supuesto con agua caliente, jajaja.
    Cuando lo escribía me parecía un poco largo, pero no quise quitar ni una coma, me salió así. Me alegro de que te haya gustado, porque te aseguro que fue tal cual.

    Muchos besos.

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  5. Hola, bienvenida a mi blog. Me alegro de que hayas pasado un buen rato, jejeje. Yo también me divierto escribiendo cosas que, aunque no lo parezcan, son muy reales, jajaja.
    Esta experiencia me ha recordado cuando yo trasteaba en el despacho de casa de mi abuela, encontraba mil cosas curiosas. No es lo mismo porque mi abuela no vivía en un pueblo, ni tenía baúles, ni cosas de esas. Pero hay que reconocer que todo lo que rodea a las abuelas tiene un algo especial que lo hace especialmente querido y sentido. Un beso y que sigamos visitándonos¡¡¡¡

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  6. JotaEfe, sí que es cierto eso que dices de las abuelas.
    Pero en mi caso es aún más especial. No conocí a ninguna de las dos. Por eso cada vez que mi madre eso era de la abuela, no importa cual de las dos, era como muy místico. Y aunque ya el misticismo se queda a un lado, sí que tratamos las cosas con cariño.
    Y eso de que escribes cosas muy reales. Lo cierto es que las cosas, a veces son tan increíbles que hay que creérselas por eso mismo, porque no su pueden inventar.

    Un beso

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