Como casi todo tiene arreglo. Empezamos la tarea unos días antes. Conseguir la tierra y buscar los guantes. Mirar qué plantas hay que cambiar de maceta. En fin, un poco de organización.
Domingo por la mañana. Han cambiado la hora y ando perdidilla.
Ya tengo las herramientas y la idea clara de lo que quiero. No será difícil. Eso digo siempre que decido hacer algo.
Quito dos tiestos de la jardinera. La gata se sube y ya empiezan los problemas. Ella se pasea, sabiendo bien dónde pone las patas. Pero al quitar dos, queda un hueco grande, eso quiere decir, que a nada que se descuide se caerá a la calle y son dos pisos. Oséase, hostión seguro aunque caiga de pie.
Quito la tierra de las macetas y eso llama su atención. Yo con todo el cuidado para no poner la terraza perdida y ella ha encontrado un arenero nuevo. Juerrrrr, qué mal pinta esto.
El jazmín del año pasado está achicharradito por los hielos. No tiene remedio, ese sale fuera. Se lo tendré que pedir otra vez a la Tía Luisa. Pobre mujer, yo siempre digo que le doy la lata. Le llevo una lata con tierra, ella la pone al lado de su jazmín, entierra un brote nuevo y cuando agarra, separa mi lata y me la devuelve. Pero qué mal se me da, siempre se me hiela, y por eso digo que vuelvo a darle la lata. Con lo que me gusta. Con lo bien que huelen las flores al anochecer. Pues nada que no es para mí.
El cactus que da flores en forma de coronita rosa, precioso, está hecho polvo, con tanta agua se ha medio ahogado. He quitado un trozo que quizá se recupere, y el resto fuera. De momento está la UCI. Ya veremos qué pasa, pero este año, me temo que flores no me va a dar.
He trasplantado una macetina de hierbabuena a una más grande. Me gusta que esté grande, hermosa, huele bien, y al té le sienta bien. Pero es otra que tengo que compartir. A la gata le gusta y la mordisquea. Así que aprovechando, la he repartido y ahora tengo tres. A ver si así tenemos suficiente para las dos.
Y así media mañana. Ya están en su sitio. La bolsa de basura pincha, y hasta la tarde no puedo sacarla al contenedor. Me arañaré las piernas cada vez que pase por su lado, porque no me doy ni cuenta, y sólo me queda esperar que haya merecido la pena. Y que la gata no se caiga, que ya he recolocado tiestos ocupando los sitios para que no haya huecos.
Sí la sangre se altera en primavera. Pero sienta tan bien.
Esta es una manera como otra cualquiera de pasar una mañana de domingo. Ahora ya sólo regarlas, si no llueve, y cruzar los dedos para que los resultados sean los esperados.
Así lucía el año pasado. Ahora medio ahogada. Ojalá se recupere, que la tengo cariño
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