martes, 16 de marzo de 2010

LA PESADA DE LA GATA




Lo de pesada lo digo por mí, desde luego, no por ella.

Paso el día de un lado para otro. De vez en cuando nos cruzamos en el pasillo, o en la cocina. Yo quiero acariciarla, pero no se deja. La llamo guapa, o cualquier cosa y me ignora, como si fuera sorda.

Pero cuando llega la hora de comer, desaparece. Ya no está. Yo digo que está cogiendo sitio. Y no falla nunca. Tiene su propio reloj.

Me voy a la cama. Es la hora de la siesta. Y allí está, hecha un ovillo. Parece un peluche encima del edredón. Ya paso de decir nada. Sé que me ignora.

Me acuesto, me tapo con el edredón y ella se remueve, ronronea, como que se molesta. Le hago una advertencia y sólo una vez “oye bonita, o te estás quieta o te echo fuera”. Palabras mágicas y perfectamente entendibles para la oyente que ya ha abandonado la sordera. Se me acurruca a los pies y nos dormimos las dos. Al cabo del rato largo, nos tendrán que despertar, porque hemos entrado en coma al mismo tiempo.

Me levanto, ella no siempre, y sigo con mis cosas a lo largo de la tarde. No la veo, no sé dónde se mete. No hace ruido. Nada, no está.

A la hora de la cena aparece. Ceno en la cocina y ella también. Por supuesto que no compartimos mesa ni cena. Aunque a veces sí que le doy algo de lo que yo como si sé que a ella le gusta, que ya conocemos nuestras manías las dos. Y otra vez se esfuma. Ya no está. Sé que va a echarse otra siesta.

Sobre las 12 de la noche reaparece como una artista bajando una escalera, y en casa no hay escaleras. Pero toda su elegancia desaparece cuando se estira, bosteza, y yo no sé si me tengo que acostar o meterme en la ducha porque es la hora de levantarse.

Me mira con ojitos tiernos y me dirige un maullido seco, claro. Mirando hacia la terraza. Es una orden y lo sé. Por la hora, me convertiré en calabaza de un momento a otro. Así que mejor hacer lo que me pide. Abro la ventana y de un salto, se encarama en las macetas. Se da un paseo, hasta la terraza de la vecina y vuelve. Está helada, las noches de invierno no respetan ni el pelo de la gata. Entra aterida de frío y si llueve hasta con mala uva, que se le nota.

Ya se me sube encima. Quiere mimos. Coloca la cabeza debajo de mis manos. Si me estoy quieta ella no. Insiste. Sabe lo que quiere. Yo ahora también, ya se ha preocupado de enseñármelo.

Acaricio su cabeza, el lomo y hasta las tetitas, enredo con la cola, y ella se deja sobetear todita. Cuando entra en calor, me devuelve las caricias. Sus patas tocan mi cara. Con las uñas escondidas eso sí. Se da media vuelta sobre mis piernas, me mira, acerca su cara a la mía. Guardando la distancia siempre. No soporto los lametones, ni la doy besitos, No sé si ella sabe qué soy yo, pero yo sé que ella es una gata. Puedo acariciarla, pero besuquearla no. La  quiero mucho, pero hay una distancia.

No importa lo que yo esté haciendo. Normalmente a esa hora, o leo algún libro o escribo en el pc. Tengo que dejarlo, mordisquea el libro o se pasea por el teclado. Exige toda mi atención. Y cuando ya he dejado todo, cuando toda mi atención está en ella. Da un saltito, se va a mordisquear alguna maceta y vuelve a pasar de mí.

Dentro de un rato, la pondré en su manta. Le daré las buenas noches, cerraré la puerta y se quedará sola hasta la mañana. Lo sabe y no hace ni intención de que eso cambie.

Por la mañana, cuando yo salga adormilada y medio a oscuras, me recibirá con un miau suave. Le contesto con un buenos días y nos vamos a desayunar las dos.

Empieza otro día y más de lo mismo.

Me gusta el ratito de las caricias. Es suave. Agradable. Y me desconecta del mundo de los humanos. Ella hace que todas las cosas del día queden atrás. Ha pasado otro día, y al final, ella como siempre, reserva un ratito para los mimos suyos y míos.

Me encanta este bichillo y va para dos años que este ritual se repite y me alegra el fin de cada día.

2 comentarios:

  1. ...Y la gata de la "gata"
    cuando hace miau,
    sabe lo que dice,
    porque aunque no se traduzca,
    el tono indica claramente
    la diferencia...

    Saludos

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  2. Te aseguro que no fue difícil entenderla. Lo dice bien clarito.
    Sí esta hecha una gata.

    Saludos Jaclo

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