Dada la costumbre de guardar cosas de todo tipo, que nos acompaña a más de uno, ya nos reconocemos con eso de que padecemos el Síndrome de Diógenes.
A fuerza de oírlo y de decirlo, me molesto en averiguar quién era este buen señor y me meto en San Google.
Lo que dicen de este hombre que por avatares de la vida se transformó en filósofo, es que era absolutamente pobre. Tanto que vivía en un tonel, comía carne cruda y hacía sus necesidades en la vía pública.
Estaba en contra de todas las normas sociales. Era de la escuela griega Cínica. No porque fuera a ninguna escuela, si no por sus enseñanzas. Bueno, tampoco enseñaba adoctrinando, era más bien por el ejemplo que daba.
Por lo que he leído, ahora mismo lo podríamos definir como un pasota total. De todo y de todos.
Con estos datos, se me pone la cara de asombro y paso a leer lo que hay del Síndrome de Diógenes. Y resulta que se llama así, por la tendencia de las personas que lo padecen a la soledad y a la austeridad.
Son sobre todo ancianos, con tendencia a encerrarse en sus casas y acumular todas las cosas inservibles con tal de no gastar, pero no porque sean tacaños, si no porque no son conscientes de lo que tienen. De hecho muchos dejan auténticas fortunas, después de haber vivido durante años hechos unos pobres andrajosos.
Así que no me cuadra. No concuerda. El señor ese griego tan importante no tenía más que el sol que le alumbraba, hasta el punto que cuando Alejandro Magno le preguntó que qué necesitaba, que el se lo concedería, Diógenes contestó que se apartase un poco, que le quitaba el sol, y eso era lo único que necesitaba.
Y después de esto cómo se llama a la manía de guardar la ropa en los armarios y no deshacerse de nada durante años pensando que nos lo vamos a poner. Cuando lo cierto es que nos ponemos lo último que nos compramos. Y no hay forma de sacar una camisa planchada del dichoso armario. Está todo tan apretujado que como decía mi madre parece que la acabamos de sacar “del culo ‘el burro” por las arrugas.
Y esas cajas de zapatos infinitas que no tocamos más que cuando toca limpieza general y se les quita el polvo. Y yo en eso no soy muy exagerada, pero conocí a una persona que me dijo que hacía una foto a los zapatos y la pegaba en la caja por fuera para tenerlos localizados, porque tenía más de 200 pares.
Pero algo que me pone de los nervios y me hace cabrear conmigo son todas esas figuras que hemos ido acumulando, porque nos las han regalado, o nos las hemos traído de recuerdo de algún sitio, y cuando ya no nos caben en los estantes, guardamos en una caja, para cuando cambiemos la decoración. Y después de años, la decoración ha cambiado por las nuevas incorporaciones, que acabarán en otra caja, pero no volvemos a tocar aquella primera.
Cuando sé de alguien que rompe casi todo lo que toca, me da envidia. Es la única manera de deshacerse de las cosas. Con pena, eso sí, pero ¡al fin! Un sitio libre. No me gusta que se me rompan las cosas, pero cuando ya no se pueden acumular más y hay que tirarlo, o dárselo a alguien, me da más pena que si se me hubieran roto.
Mi cocina está totalmente atascada. Cada armario es un Tetris. Si se sacan los cacharros para limpiar, hay que rascarse la cabeza y pensar un poco antes de volverlos a colocar, porque cualquier pieza fuera de su sitio hace que otra no quepa. Y así cada uno, cada uno, cada otro, y cada aquel de más allá.
Un día me puse a contar los cuchillos de casa, por aquello de que la abuela es de Albacete y venían de allí, pues conté seis docenas, estrenadas, y los que se compraron para mis hijos (4 docenas) sin estrenar.
Y eso porqué, a ver porqué?. Pues muy sencillo, porque somos personas cuidadosas que en casi treinta años hemos ido comprando los que nos gustaban, más novedosos, de otros materiales, más guapos y no hemos tirado ni roto ninguno. Con lo fácil que es cargarse un cuchillo. Tan fácil como tirar la caja de herramientas (pero a ver quién tira nada aquí). Sirven para desatornillar cualquier cosa, aunque tengan punta. Para aserrar la madera, aunque se queden sin sierra. Para remover la tierra de las macetas, aunque luego se deje aparte por aquello del Cardenillo, que nunca he sabido lo que es. En fin, que soluciones hay pero que aquí no las hemos aplicado. Resultado 72 cuchillos para dos monos que estamos y una gata que tiene uñas. Sin comentarios añadidos………
Pero cuando hablo con mi hermana y me dice que está del Diógenes hasta donde no pongo porque soy educadita, y que después de echarlo de la terraza a escobazos se le ha atrincherado en el comedor, y que está agobiadísima (aunque ella dice que está “ajuncá”), y voy a casa de mis cuñados y me dicen que acaban de bajar a la basura cuatro bolsas de cosas porque el Diógenes ese también es pariente de ellos, me acuerdo de una expresión que oí una vez con respecto al dinero, pero que creo que debería ser aplicada a todas las cosas que guardamos en casa. Esa expresión es que “el dinero, debería ser como los ajos, que se pudren cada año si no se gastan”.
Pues eso. Las cosas que han permanecido estáticas sin que nadie las utilice, ni casi las mire, durante un año, deberían desaparecer. Simplemente, consumirse en sí mismas. Y así no pediríamos casas de goma. Porque por finústicos que sean los ladrillos, de casa de los vecinos sólo oímos las voces o el ruido de la tele, pero por más que empujemos, no nos hacen ni un sitito.
Y entonces sí que tendría sentido lo del Síndrome de Diógenes. Viviríamos con lo puesto, y casi, como el, en un tonel. Uf, qué liberación, cuánto tiempo ganaríamos, de ese que empleamos en ordenar cosas. Si además añadimos que el señor ese y el agua no se llevaban muy bien, aprovecharíamos el tiempo que dedicamos a la ducha, o a fregar, o a peinarnos. O……. y me pregunto yo, el se dedicó a filosofar, pero nosotros qué haríamos con ese tiempo?. No sé, a lo mejor debemos dejar las cosas como están. Pero no tenemos nada que ver con el sabio griego. El era listo de verdad, nosotros no podemos llegarle a la altura del zapato, más que nada, porque no tenía ni eso.
Bueno, que ante la duda, intentaré hacer sitio como sea. Aunque me temo que más bien funcionaré como el escarabajo pelotero y cambiaré cosas de sitio, que al final, es lo que hacemos casi todos.
Después de leer la vida de ese tío, me cae bien. Lo del síndrome no tanto. No quiero verme aislada y rodeada de cachivaches que no me sirven para nada. Quiero estar con mi gente y tomar café en mi taza favorita. Mientras estoy calentita con mi chaqueta vieja y utilizo las pinzas que me compré cuando tenía 14 años (desde entonces me acompañan) para quitarme las espinas del cactus que me traje de Tabernes en el año 73 y que aún dura, y mirar el cojín horroroso que tejió mi tía abuela hace 40 años.
Pensándolo bien, lo de los ajos, sólo es bueno para los ajos. Para lo demás es mejor hacerse la valiente y tirarlo sin pena cuando haya que hacer sitio.
Tienes toda la razón del mundo, las casas no se pueden estirar y guardamos demasiadas cosas inservibles con la excusa del recuerdo o de que quizá lo usaremos en un futuro cercano pero luego no sirven para nada. Deberíamos tirarlos pero, como dices, nos da mucha pena. Yo prefiero no comprar nada y eso es lo que hago. No comprar nada y dejar dicho que no quiero souvenirs, ni recuerdos de nadie, ni de nada, para que luego no me de pena desprenderme de todo eso. Aun así, yo no tiro nada, jajaj.
ResponderEliminarBesos.
Suelo guardar pocas cosas, las más insignificantes quizás...un papelillo que ha escrito alguien en un momento determinado (qué bonito!!!)pero cosas del pasado muy pasado pues no, si son útiles las doy a alguien que le haga falta.
ResponderEliminarTu has visto la cantidad de cosas que salen cuando se hace una mudanza o hay obra en casa? Pues en esos momentos es cuando yo aprovecho para tirarlo todo. Y eso de la ropa, nada de nada, si veo que ya no me la pongo, pues la doy al que la necesite.
Eso si, tengo un servilletero de plata que mi padre tenía, es de las pocas cosas que guardo...en el fondo lo echo de menos muchísimo.
Bueno guapísima, te mando un montón de besos.
JotaEfe, esto lo tenía escrito hace tiempo. Me lo recordaste en tu comentario.
ResponderEliminarY fue en un arrebato de desesperación cuando ya no podía colocar más cosas.
En plan souvenirs, desde hace tiempo, procuro comprar algo de comer. Dulces típicos, embutidos, quesos, bebidas. Y por lo menos se pueden compartir y disfrutar de buena gana.
Porque lo de tirar, me resulta complicado.
Y eso que los posit me ayudan con las cajas. Al menos sé lo que hay dentro antes de abrirlas.
Besos.
Princesa, hace tiempo conocí a un militar que por su profesión cambiaba de casa cada cuatro o cinco años y me dio una definición acertadísima. Decía que tres mudanzas equivalían a un incendio.
ResponderEliminarY creo que eso tendríamos que hacer, mudarnos de casa cada cierto tiempo para dejar por ahí cosas que de otra manera, nos llenan los rincones.
Y yo sí que soy de guardar todo. Un horror.
Suerte que tienes de deshacerte con facilidad de las cosas.
Bueno, vamos a por la media semana que queda.
Un beso grande.
Y no se te despegan los post-it? A mí es que me ponen negro, al cabo de las semanas se empiezan a despegar y se pasan más tiempo en el suelo que en la caja, carpeta o llámalo equis que le corresponda. Y, al final, los que van a la basura son los post-it y no el resto de la "basurilla" que campa por mi habitación y me amenaza con amotinarse, hacerse con la soberanía de mi habitación y expulsarme de ella, jajaja.
ResponderEliminarTiene razón Princesa con lo de las mudanzas. Nosotros acabamos de hacer una para irnos de casa y volver después (para reformar nuestra casa) y no te puedes imaginar la cantidad de cosas que salen de los armarios. Ah, pero es que cabe tanto aquí??, me preguntaba yo que siempre ando quejándome de que las paredes no se pueden estirar y de que acabaré plantando un armario en el cuarto de máquinas del ascensor de mi portal, jejeje. Tiramos muchas cosas, sobre todo ropa, cables viejos, cajas vacías, puff, pero yo no pude tirar nada de lo que guardo como recuerdos de mis abuelos o algo que tenga valor importante para mí como libros viejos, etc. Eso ha vuelto a su sitio después de pasarse cinco meses encerrados en una caja de cartón en la casa de alquiler.
Antes me mato que tirar nada, jajaja.
Besos!
A mi me cuesta una barbaridad tirar las cosas, me gusta guardar recuerdos y más si son de personas que ya no estan. También tendré este síntoma ?.
ResponderEliminarPobre de mi, con lo limpita que soy, jejejeje.....
Besitos, pero limpios.!!!
JotaEfe, claro que se despegan los posit, pero para eso está el cello, pon una tirita hombre, no es tan complicado.
ResponderEliminarOtra solución es marcar las cajas con rotulador, que eso no se cae, y vas tachando según sacas cosas, o añadiendo según guardas otras. Al final, una caja, parece el borrador del Quijote, pero entonces, ... se cambia de caja.
jajaja, venga que no es complicado.
Pero lo de tirar cosas pues que no. Que la casa cada vez es más pequeña.
Un beso.
Pakiba, me has hecho reir. Que no mujer, que lo de guardar cosas y ser limpita no tiene que ver.
ResponderEliminarQue el tío ese no tenía nada. Que creo que lo del síndrome va más por la soledad.
Y acumular cosas debe ser de otro pero se lo han adjudicado a este.
Y oye, que puestos a tener manías, pues mejor guardar. Al fin, ya sabes "quien guarda, halla".
Besitos