Esta semana, por razones de trabajo, tengo que ir a Madrid todas las mañanas.
Para mí eso es una excursión. Me falta costumbre y sobre todo me faltan ganas.
Madrugo, tirito, porque hay que fastidiarse qué frío hace ya. Salgo por ahí mirando primero a ver si han puesto las calles y con cuidado al doblar las esquinas por si hay algún lobo suelto y llego a la estación del tren.
Me lío con el billete, que si sencillo que si de ida y vuelta que si bono de diez y sin tener ni idea de cuánto vale.
Ya en el andén el relente de la mañana me deja heladita, ya de por sí que no iba yo muy acalorada.
Entro. Y como paleta de pueblo que va a la capital miro todo lo que me rodea.
Me sorprendo mirando a alguna mujer, -hay varias- de diversas edades. Peinadísimas, con la pestaña puesta, los labios perfilados, realmente arregladas, con más o menos acierto y gusto, pero eso ya es otra cosa. Y yo me digo para mí "joooderrrr, a qué hora se han levantado".
Yo he ido en plan dibujito animado, de la cama a la cocina, desayuno sin entretenerse, ducha, tiritón, ropa, zapatos y a correr, me he arreglado un poco el pelo en el espejo del ascensor.
Y ellas puestísimas, no sé si me dan envidia o pena.
Luego me ha pasado uno al lado que me ha recordado el comentario de Princesa, yo creo que ese no se había lavado desde que le lavó la comadrona. Y a esas horas, no quiero pensar lo que puede ser que se te acerque a las seis de la tarde, quita, quita, qué horror.
Después de dos transbordos en el metro, de dejar que se fuera uno porque me niego a meterme en algunos sitios en algunas condiciones, llego a donde yo creía que iba.
Sí, sí, salgo del metro, localizo la calle, todo bien, estoy en el número cuatro y voy al cincuenta. Digo para mí que no es mucho. Pero resulta que en esa callecita, cada número es un edificio completo. Que la calle es más larga que una perra de hilo, y que llevo media hora andando cuando llego a donde voy.
Como no contaba con todo eso, llego tarde. Me siento mal. Soy puntual por naturaleza. Entro en la sala, interrumpo. No quiero hacer ruido. Pero cuando las cosas se cruzan, se cruzan del todo.
Como un trozo de hielo al cambio de temperatura, la anilla de mi bolso se ha partido al tiempo que daba los buenos días. Ha salido rodando, se me ha caído el bolso al suelo, se han salido algunas cosas, la gente me miraba, el señor que explicaba, se ha parado. No sé si me he puesto colorada, pero qué mal lo he pasado. Me he sentado en el último sitio después de recoger deprisa y corriendo y no me atrevía ni a sacar el boli. Como una estatua. Quietecita, quietecita y callada como no acostumbro a estar.
En el tiempo de descanso he atado el bolso con un cordón de esos de colgar los móviles, que mira por donde hoy me ha resultado útil. He hablado con la gente que había por allí y he empezado a reaccionar.
A la vuelta he probado otro camino, pero nada. Media hora andando. Total que las dos horas desde mi casa no las puedo evitar, y yo ya no estoy acostumbrada a estos trahines.
Pero esta tarde he salido a dar un paseo y me he encontrado en un escaparate zapatos españoles, de mi número, con el tacón que me gusta, de horma cómoda. No me lo podía creer, así que he cargado con los negros y los marrones, y por lo menos se me ha pasado un poco el bochorno de esta mañana.
Lo de siempre, el que no se consuela es porque no quiere.
Ahora voy a preparar las cosas para mañana. Saldré más temprano, tampoco me pintaré los morritos, y espero llegar a tiempo. Y así hasta el viernes. Pensaré que ya me queda menos y tiraré el bolso que me la ha jugado.
Para mí eso es una excursión. Me falta costumbre y sobre todo me faltan ganas.
Madrugo, tirito, porque hay que fastidiarse qué frío hace ya. Salgo por ahí mirando primero a ver si han puesto las calles y con cuidado al doblar las esquinas por si hay algún lobo suelto y llego a la estación del tren.
Me lío con el billete, que si sencillo que si de ida y vuelta que si bono de diez y sin tener ni idea de cuánto vale.
Ya en el andén el relente de la mañana me deja heladita, ya de por sí que no iba yo muy acalorada.
Entro. Y como paleta de pueblo que va a la capital miro todo lo que me rodea.
Me sorprendo mirando a alguna mujer, -hay varias- de diversas edades. Peinadísimas, con la pestaña puesta, los labios perfilados, realmente arregladas, con más o menos acierto y gusto, pero eso ya es otra cosa. Y yo me digo para mí "joooderrrr, a qué hora se han levantado".
Yo he ido en plan dibujito animado, de la cama a la cocina, desayuno sin entretenerse, ducha, tiritón, ropa, zapatos y a correr, me he arreglado un poco el pelo en el espejo del ascensor.
Y ellas puestísimas, no sé si me dan envidia o pena.
Luego me ha pasado uno al lado que me ha recordado el comentario de Princesa, yo creo que ese no se había lavado desde que le lavó la comadrona. Y a esas horas, no quiero pensar lo que puede ser que se te acerque a las seis de la tarde, quita, quita, qué horror.
Después de dos transbordos en el metro, de dejar que se fuera uno porque me niego a meterme en algunos sitios en algunas condiciones, llego a donde yo creía que iba.
Sí, sí, salgo del metro, localizo la calle, todo bien, estoy en el número cuatro y voy al cincuenta. Digo para mí que no es mucho. Pero resulta que en esa callecita, cada número es un edificio completo. Que la calle es más larga que una perra de hilo, y que llevo media hora andando cuando llego a donde voy.
Como no contaba con todo eso, llego tarde. Me siento mal. Soy puntual por naturaleza. Entro en la sala, interrumpo. No quiero hacer ruido. Pero cuando las cosas se cruzan, se cruzan del todo.
Como un trozo de hielo al cambio de temperatura, la anilla de mi bolso se ha partido al tiempo que daba los buenos días. Ha salido rodando, se me ha caído el bolso al suelo, se han salido algunas cosas, la gente me miraba, el señor que explicaba, se ha parado. No sé si me he puesto colorada, pero qué mal lo he pasado. Me he sentado en el último sitio después de recoger deprisa y corriendo y no me atrevía ni a sacar el boli. Como una estatua. Quietecita, quietecita y callada como no acostumbro a estar.
En el tiempo de descanso he atado el bolso con un cordón de esos de colgar los móviles, que mira por donde hoy me ha resultado útil. He hablado con la gente que había por allí y he empezado a reaccionar.
A la vuelta he probado otro camino, pero nada. Media hora andando. Total que las dos horas desde mi casa no las puedo evitar, y yo ya no estoy acostumbrada a estos trahines.
Pero esta tarde he salido a dar un paseo y me he encontrado en un escaparate zapatos españoles, de mi número, con el tacón que me gusta, de horma cómoda. No me lo podía creer, así que he cargado con los negros y los marrones, y por lo menos se me ha pasado un poco el bochorno de esta mañana.
Lo de siempre, el que no se consuela es porque no quiere.
Ahora voy a preparar las cosas para mañana. Saldré más temprano, tampoco me pintaré los morritos, y espero llegar a tiempo. Y así hasta el viernes. Pensaré que ya me queda menos y tiraré el bolso que me la ha jugado.
Puff, me he visto reflejado en esta entrada porque este es mi pan de cada día.
ResponderEliminarUna cosa que llevo fatal es eso de levantarme cuando aun es de noche, salir a la calle sin ver un pimiento, mirando para atrás y para todos los lados no vaya a ser que me cace el violador de mi urbanización jejeje y que aun le quede un buen rato para amanecer. Necesito luz, por favor!!! Sí, ya ves, en mi vida pasada debí ser planta porque necesito el sol tanto como ellas para la fotosíntesis, jejeje.
Yo también pierdo mínimo dos horas en llegar de casa al trabajo y viceversa. Así son los tiempos en Madrid y las distancias. Lo del Metro y la gente que se mete ahí dentro (yo entre ellos) es bochornoso. Hoy mismo me han empujado y he ido a colocarme de tal forma que he ido durante dos estaciones con la mano en el culo de una señorita. Qué pena que ésta no era de mi gusto porque al menos me habría puesto las botas, jajajaja, que hasta desgraciado soy para eso, jajaja.
Y si yo madrugo, pues esas que se pintan como monas no sé, lo mismo ni duermen. Se meten un par de horas en el frigo y por eso están así de lozanas. Aunque, bueno, aun hay gente que se levanta más tarde que yo, que son los que no se duchan.
Qué frío que hacía esta mañana, yo que salí en mangas de polo..., mañana ya saco la bufanda y los guantes, que he pasado más frío que un tontaina. Y qué mal se pasa en ese momento de tiritona al salir de la ducha, qué espanto, jaja.
Muchos besos y ánimo para mañana!!!!
Hola Chiquilla!!!
ResponderEliminarYo entro a trabajar a las 10 de la mañana, es decir, tengo tiempo de todo, perooooooo es que me levanto muy tarde y llego todos los días tarde, pero algo bueno tengo, jajaj que yo misma no me puedo echar la bronca porque soy la jefa.
El caso es que yo soy de esas que se pintan los labios antes de salir, de esas que se hacen las planchas todos los días, aisss!!! entre tonta por ser rubia y tontita por ir pintadita todos los días...qué me vas a decir???.
Aquí como no hay metro, pues eso es lo que gano, pero eso si, el autobus infectadito de gente y más a esa hora que ya las mamas han dejado a los críos en el cole y se van al centro.
Sabes? me he reído un montón, jajaj.
Lo del bolso ha sido maravilloso, joooooo es que siempre pasan las cosas cuando no tienen que pasar, jajaja. Me estoy imaginando la escena, jajaja. Vaya tela hijaaa.
Aquí aún no hace mucho frío, vamos que puedo salir fácilmente con una chaquetita de verano y nada más y a medio día como que molesta.
Venga guapa te dejo y espero que esta semana pase rápido, jajaj.
Besos
Olá Parkerazul,
ResponderEliminarSei o que significa o imenso esforço das deslocações a grandes distâncias para trabalhar, todos os dias.
Em tempos já algo distantes, consumia mais de 5 horas de casa ao trabalho e trabalho casa. Atravessava a cidade luz da Europa de Norte a Sul, Bús, Combóio, Metros (três linhas) de novo Bús, para mais tarde fazer o percurso inverso.
Mesmo na capital do meu País, e não morando muito longe da entrada Norte da cidade, a menos de 2 Km, demorava cerca de 4 horas diárias entre casa/trabalho/casa.
É o resultado de morar e trabalhar numa grande cidade da Europa. É o preço de morar perto da Cultura, onde tudo acontece.
Actualmente, "gasto" cerca de 5 minutos de casa ao trabalho, em percurso pedonal. Maravilha!!!
Outros tantos 5 minutos ao maior Centro Comercial da Cidade. Que consolo!
Não sei o que é usar o carro, o autocarro, durante a semana de trabalho!
Mas tem um contra!!!
Cultura, aqui, é algo que só acontece de vez em quando! A grande cidade, capital de Distrito, fica a 20Km. A grande Cidade, onde mais acontece em termos de Cultura, fica a 60Km, a Capital, onde tudo acontece, fica a uns escassos 400Km.
E aqui temos as escolhas possíveis.
Comodidade, conforto, menos opções, menos ofertas, menos tudo, em contraponto ao dia a dia das grandes cidades.
Mas gosto desta Qualidade de Vida, de poder respirar Ar Puro, de estar mais perto da Natureza.
Boa semana de Viagens e... não te aborreças muito!
Um abraço e até sempre,
José Gonçalves
(Guimarães)
Pa, a mi me pasaba lo mismo- ahora ya jubilada- no soporto levantarme cuando todavia es de noche y no han puesto las calles, y cuando ibas medio dormida y veias a las guapas tan "emperifolladas"
ResponderEliminarque pensabas como lo hacian. o es que se levantaban dos horas antes.
Por suerte ahora me levanto cuando quiero y salgo cuando me da la gana(eso tiene el ser una jubilada)
Besitos y llévalo con calma que todo llega.
JotaEfe, tu me entiendes bien, no debemos andar muy lejos.
ResponderEliminarOye ¿hay un violador en tu urbanización? jajaja. Yo no quiero pensar eso, pero no me gusta salir de noche cuando se supone que es de día. Que de noche uno se va al baile o de copas, pero si vas a trabajar, pues ya es de día. Si es que eso es del libro gordo de Petete.
Y el fastidio para mí es que de mi casa al trabajo son cinco minutos andando, como se me ocurra llevarme el coche porque luego voy a alguna parte, entre prohibidas y aparcar tardo un cuarto de hora.
Así que dos horas y dos de vuelta, es añadir media jornada de trabajo a mi jornada habitual. Vamos una m. qué ganas tengo de que llegue el viernes.
Un abrazo
A ver Princesa, aclaro, que no creo que tengas un pelo de tonta, ni rubio ni nada. Que eso fue una tontería por mi estado. Y lo de las rubias no me lo he inventado yo. Que iba por mí, que la tonta era yo.
ResponderEliminarY si te has reído con lo del bolso, a quién le puede ocurrir una cosa así?. Pues a mí. O morena o rubia teñida, que ya sabes que no lo tengo claro.
Esta mañana me he plantado un poncho de lana que compré en Portugal. Gordo, calentito. Y tu me hablas de chaquetita de verano. grrrrrrrr.
Y salir de casa a las diez sin peinar y sin arreglar, pues diría mucho en tu contra, lo normal es que salgas más bonita que un San Luis. Pero yo te hablo de coger el metro a las siete de la mañana. Como dice Jota, se pintan por la noche y se meten en la nevera. Mmmmmm me lo tendré que pensar.
Venga, que yo no me he metido contigo, rubia guapa.
Un beso
José Gonçalves, lo de las distancias enormes para ir a trabajar es lo peor. Sé que cada día muchas personas sufren esa tortura. Pero me parece un horror.
ResponderEliminarYo trabajo muy cerquita de casa, y estoy encantada.
Pero este pueblo es grande y no se está mal.
Te gusta la naturaleza y eso te compensa de vivir lejos de las grandes ciudades, pero no exageres, que 20 km no son tantos. Los otros 200 ya son palabras mayores, pero seguro que disfrutas de lo que te rodea y eso que ganas.
Ya me queda poquito. La sexta feira está a la vuelta de la esquina.
Un abrazo.
Pakiba, que me das envidia. Eso es dar sentido a la jubilación, palabrita que viene de júbilo.
ResponderEliminarA mí me falta mucho todavía y al paso que vamos, me temo que nos quedaremos en el tajo.
Así que disfruta por todos.
Un beso
Pues sí, yo ando por el Sureste, en un lugar llamado Arganda. Aunque más que eso parece Kosovo, por lo lejos que parece que está cada vez que digo a alguien que tardo dos horas en ir y otras tantas en volver. O sea, que alguien llega a Valencia en lo que yo voy y vuelvo, lo flipas, jajaja.
ResponderEliminarNo, no, no, jajaj, no hay ningún violador pero es que eso de oir tan de noche pasos de personas tras de mí no me gusta nada. Son personas que también van a trabajo y no creo que estén en la calle por el placer que reporta hacerlo a esas horas, jejeje, pero muchas veces, si alguien se fija en mí, pensará que estoy huyendo de alguien, jajaja.
Y, bueno, si ya me da por coger el coche y meterme en la M-30 pues ya tardo fácilmente las tres horas... Salgo a las 7 de mi casa y hasta las 09.30 no llego ni de lejos a donde tengo que ir, casi tres horas. En fin, esto es Madrid! Besos y gracias por los consejos que agradezco de mil amores!!!