JUEVES - DIA DE MERCADO

JUEVES – DIA DE MERCADO

Amanece fresquito. Tomo el primer café del termo que me llenan cada noche en la cafetería y empieza otro día de vacaciones, con la idea de que hoy habrá mercado y no playa.

Aseo, tratar de arreglar lo que no sé si tendrá arreglo, que mi pelo va por libre y peinarlo es algo difícil.

Desayuno en el restaurante, contundente, como siempre.

Como ya hemos comprobado que aparcar en este pueblo es más difícil que comprar un cupón de lo que sea y que toque, nos vamos en el autobús que nos deja en la orilla del río y a un paso del renombrado mercado.

Yo sé que todo ha cambiado. Vamos hacia delante y nada es como era. Lo que no tengo claro es que ganemos en el cambio.

Los mercados, desde la Edad Media, al menos eso cuentan en Los Pilares de la Tierra y muchos libros más, era donde la gente se reunía para ofrecer los resultados de su trabajo y otros compraban lo que necesitaban. O cambiaban cosas por cosas. Vamos el trueque de toda la vida.

Se entiende que los hortelanos ofrecían los productos de sus huertas. Los que tenían ganado enseñaban los animales vivos o matados, según el fin para los que los criaban. La leche recién ordeñada. Los tejedores, los mejores paños. Había calzado.

En fin, que a falta de Cortinglés o bazar de chinos, cada uno hacía su apaño.

Pues yo no esperaba nada parecido, que ya sé que Sanidad no permite eso.

Pero el mercado de hoy me ha decepcionado sobremanera.

En mi vida he visto tantas bragas y sujetadores juntos. Y no puedo decir que fuera una muestra de lencería, que eso es otra historia.

Hoy, muy colgaditos y estirados, había cucos de todos los colores y tamaños. En plan honesto, en plan provocador y de colores múltiples. Los sostenes grandes, chicos, eróticos y medio pensionistas.

Un puesto vale, el siguiente también, pero ya tres, me parece un exceso.

Para romper la monotonía, ponen uno de toallas de colores chillones. No sé si secarán o no. Pero toallas tengo para poner tienda, que a las mías se unieron las de mi madre y las de mi hija, y no me veo yo comprando toallas aunque viviera varias vidas. Así que paso de claro.

Siguiente puesto. ¿Me habré equivocado de dirección y habré vuelto sobre mis pasos?. Qué va, no. Es que hay más braguitas, bragotas y sostenes.

Yo sé que cuando se sale por ahí, llevar unas braguitas para cada día y alguna más de reserva, puede ser normal, pero aquí han debido entender que TODAS hemos llegado en avión, que nos han perdido la maleta y que tenemos necesidad imperiosa de reponer género.

Luego había algún puesto de bolsos de esos de colección. Copias de Vuitton, de Carolina Herrera, de Loewe y otras lindezas.

Pero iba ya de tan mal talante que hemos dado la vuelta. Subiditos al autobús y a la playa. Baño, paseo, sol, cervecita.

Si es que es mejor ir a lo seguro y a mí la playa nunca me decepciona.

Y no me perdieron la maleta, que no fui en avión y mis cucos están donde tienen que estar.

Cullera, 10 de septiembre de 2010