Siempre me gustó el día de Reyes. Pocas veces pedía cosas, me gustaba la sorpresa. Y siempre había celebración, del todo.
Era el cumpleaños de mi madre, y tan cerquita el mío también, lo celebrábamos juntas. Por eso, con más regalos o menos, según la crisis del momento. Pero siempre espléndidos.
Pelea por el roscón de Reyes -me gusta tan poco-. Yo quería tarta de cumpleaños. Y regalos por separado, cada cosa con su cosa. No se podían refundir. Los que nacen en verano tienen dos regalos, pues nosotras también ¡hala!.
Romper papeles, cara de sorpresa, en fin, maravilla de las maravillas. El contenido no es tan importante como el cariño con que se regala y se recibe el regalo.
Pero no puedo olvidar las noches de Reyes de hace mucho tiempo. Cuando en el barrio donde me crié tenían la costumbre de hacer la "fogata de Reyes". El día 5 por la noche. Después de cenar. Prendíamos fuego a un montón de cachivaches que habíamos amontonado a lo largo de toda la semana. Cantábamos villancicos, bailábabamos alrededor de la lumbre, y de vez en cuando le dabamos un chupetón a la botella de anís (increíble en estos tiempos). Por supuesto, apenas humedecer los labios una vez o quizá dos.
En algún momento, las mamás desaparecían, no sé si es que iban a hacer la cama, o a poner la bandeja a los camellos de los Reyes, cualquier excusa era creíble.
Cuando se consumía la hoguera, o la impaciencia nos ganaba íbamos a casa, y YA HABÍAN LLEGADO. Ni enterarnos, y eso que a veces hasta creíamos ver las patas de los camellos allí a lo lejos, que ahora nos reímos mi hermana y yo y pensamos que quizá fuera el anís.
Encontrar la preciosa muñeca igualita igualita que la del año pasado que llevaba desaparecida varios meses, pero que ahora lucía un vestido igualito igualito que el último que nos había hecho mi madre. Eso sí que era magia pura.
Ahora, el roscón, el chocolate, el intercambio de regalos y la alegría de mis sobrinas abriendo los paquetes. Es distinto, pero me sigue encantando este día.
Enseño algún regalo de cumpleaños, ha habido más y de reyes también, pero estos son los más enseñables.
El mantón vino de Trujillo forma parte del traje regional extremeño, pero creo que podré utilizarlo aunque no lleve las medias caladas.
Y la pulsera ya la tenía, pero con poquitas cuentas, ahora casi me la han completado y me encanta.
Puede quitarme el frío, pero seguro que no pasa desapercibido.
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