Hoy han venido a casa una amiga mía y su hijo de 14 años. Este muchacho es un cielo, por supuesto fuera de casa.
Su madre está desesperada. Suspende todo, le da igual todo. Quiere ir a la universidad pero no sabe porqué tiene que estudiar asignaturas que no le dicen nada.
Discuten continuamente y los dos están un poco hartos de la situación.
El chaval es chispeante, simpático y explica con lógica aplastante sus ideas.
Si hablo de esto, que en principio no tiene que ver conmigo, es porque hoy viéndoles a los dos me iba al pasado. Esa misma situación la tuve que pasar con mi hijo.
Después de años de no querer saber nada de estudios, sólo trabajar en cosas endemoniadamente duras, decidió retomar los estudios.
Le va bien. Creo que muy bien. Pero me da una pena ver los años que ha gastado en cosas que no le llenaban.
Espero que haya encontrado su camino. O al menos esos trabajos le han aportado unas experiencias, más personales que laborales, que le ayudarán a valorar muchísimas cosas.
Qué pasa en las escuelas que chavales inteligentes y con ganas de hacer cosas pasen por suspensos infinitos, cursos perdidos y buscar de grandes lo que de pequeños no encontraron?
Cuando nos juntamos nos reímos de las ocurrencias de los chavales. Pero cuando se está pasando esta etapa, realmente es un problema. Sobre todo cuando los mayores, por eso, por mayores, vemos que los chicos se van a pegar la galleta y van a pagar cara la pérdida de tiempo de ahora.
Lo de la cabeza a pájaros no es nuevo. Siempre ha existido. Pero teníamos claro que, por nuestro bien, debíamos superar a nuestros padres y aprovechar todo lo que se nos pusiera delante. Y sin embargo nuestros hijos no escuchan. Ellos siempre llevan razón y cuando se dan cuenta de por dónde andan tienen que esforzarse mucho más.
Ojalá encuentren su camino y la vida no les machaque más de lo necesario. Pues a pesar de sus gracietas, sé bien, por lo que he visto, que al final ellos lo pasan peor que nadie. Porque no son unos bandarras.
Quizá como dice otra amiga mía, iban para genios y no pierden la esperanza.
Yo con el genio que me ha tocado estoy contenta, pero qué fatiguitas hemos pasado todos.
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