Un día te avisan, así con tiempo, que este año el nene hace la comunión.
Bien, motivo religioso. No pasa nada. Pero estás invitada. Y entonces caes en la cuenta de que te tienes que poner de tiros largos, y así de paso se practica el arte de mejorar vestida lo que desnuda no se enseña.
Hay muchas maneras de hacerlo. Ir de tiendas, de grandes almacenes, rezar por encontrar algo que nos siente bien, echar mano de aguja e hilo, o como en mi caso, llamar a mi amiga (la dueña de la tienda) por teléfono y decir que me voy a pasar por allí.
Me voy a la tienda y empieza la faena. Es como en la peli de Pretty Woman, sólo que yo no me voy a comprar todo. Mi novio no es el Richard Gere y la economía es la que es.
Un vestido, chulísimo, pero para ir a dar una vuelta. Para una comunión, no. Otro, azul, otro rojo, que si pruébate esta falda, que esto lo acaban de traer y no sé cómo queda. Un pantalón con algo encima, eso me hace gracia. “Con algo encima”, es que si no, a ver qué hago con un pantalón sólo. Supongo que enseñar las mandarinas, y eso quitaría protagonismo al niño de la comunión. Pues tampoco sirve.
Este vestido te queda genial. Sí ya, sólo que marca la barriguita y sobra de arriba. Uy, que eso se arregla. ¿quéeeee?, sí, de arriba te lo ajusta la modista y de abajo una fajita te ayuda.
Pues lo acaba de arreglar. Una fajita, supongo que quiere que me ponga una coraza, de esas que al final del día maldices a quien la inventó y a la primera que se la puso. Que no, que no me pongo yo esos andacapadres. Ni loca.
Al final, hay que elegir. Y entonces parece el Un, Dos, Tres. Descartamos este porque es muy estirado. Este porque no me van los volantes. Este porque tiene los colores chillones hasta quedarse afónicos. Este porque con esa falda parezco una monja enana. Y así hasta que ya no quedan más que dos. Bueno, no está mal.
Uno me lo llevo, y el otro me lo guardas quince días. Si consigo quitarme de encima un par de kilos, me lo llevo, si no, ……. Jopé, con lo bonito que es.
Pues bueno, esta noche a cenar ensalada, y cada vez que me venga un arrebato de asaltar la despensa pensaré en el vestido que no me he traído, y que por cierto, también es azul.
¿Esto tiene que ver algo con la comunión? ¿me pasa a mí sólo? ….. nu sé yo.
Ya he visto dónde están las mandarinas...ja, ja, ja
ResponderEliminarJo, Anabel, qué raro suena eso. Menos mal que yo también me río con ganas.
ResponderEliminarBuenas noches
ResponderEliminarEntré sin pedir permiso, pero espero que me recibas bien.
Me ha hecho mucha gracia este texto y lo he pasado bien leyéndolo. Felicidades
Un saludo
Pues claro que eres bienvenida. Yo también te he visto alguna vez, aunque no dejé comentarios. Pero lo haré.
ResponderEliminarY me alegro de que te haya gustado.
Un saludo